Los típicos vendedores de Sevilla, de principios del siglo XX.
Los vendedores callejeros constituían en Sevilla una nota más de su fisonomía típica y pintoresca; bien porque escaseaban los mercados o porque la mujer sevillana tenía por costumbre por las mañanas, salir de compras a las tiendas de tejido, mercería, quincalla, o a comprar las viandas para el sustento de la familia.
En cuanto se encendía las claras del día, irrumpían por todas las calles de la ciudad numerosos vendedores ambulantes, llenándolas de vida y sonido.
Los que eran habitantes de la urbe, llevaban, por lo general a cuesta la mercancía, y los que llegaban de los pueblos solían transportala en simpáticos borriquillos, de pausado andar y de resignada actitud.
Vendedor de paja. Postal, principios s.XX.
Eran los primeros, los lañadores de tiestos, los vendedores de libros y ropas usadas, los floreros, los componedores de paraguas, los escoberos y vendedores de mariscos, los israelitas que ofrecían babuchas y los amoladores de navajas y tijeras.
Algunos de estos tipos populares ofrecían sus servicios, no con pregones, sino valiéndose de instrumentos musicales; así ocurría con el afilador, que se anunciaba tocando la flautilla que se conocía con el nombre de dios Pan.
Correspondían al grupo de los segundos los hortelanos, los vendedores de sandías borrachas de colorá y de melones de la isla, los de paja y foñicos para jergones, los uveros, cisqueros y piñoneros, en fin.
Y no me dejo en el tintero de los de una y otra clase, los vendedores de aceitunas verdes y aliñás, los de naranjas, los de arrope y güen durse é vendimia, los del güen vino de la hoja, los de garbanzos tostaos, y tiras bordás y macetas de albahaca.
Todos con sus tipos característicos, flamencos y bien plantados los de la ciudad, y un tanto desaliñados y pobres y escasos de ropa, los pueblerinos y camperos.
El hortelano. 1924.
Los hortelanos elogiaban sus naranjas naranjas con los siguiente versos:
¡De Mairena son muy dulces
y también como la miel
pues se ha perdido el almíbar
y ha venido a mi poder.!
!Melones de la Isla, gordos y dulces!
Casi todos ofrecían su mercancía con pregones, que eran como raíces y gérmenes de coplas, algunas flamencas, otras de sentido religioso, como las saetas, y otras llena de sencillez y de gracia ingenua, como los villancicos.
Y como era hijo del sentimiento popular y de estas calles silenciosas y estrechas y llenas de misterio, advertía un sabio escritor que, "únicamente aquí en Sevilla, el pregón era algo que había nacido en contacto con esta luz, y en el ambiente poético de este cielo: es indígena, es sevillano"
El cisquero.
A pesar de que existía gran cantidad de carbonerías, por ser el combustible único para todo uso; por la ciudad, había muchos vendedores, que con su burro te llevaban el cisco picón para el brasero, a la puerta de tu casa. 1922.
Vendedor de castañas, década de los 50.
"¡Yevo una confitería!; ¡Que castañas más durse!; ¡Pasteles son!"...
El canto popular "presta al pregón cláusula melódicas y diseños temáticos, que aparecen en él de un modo comprimido, y como resultante de una labor sintética, quizás inconsciente".
A veces el pregón iniciaba el tema de una soleá, o la frase de una seguidilla gitana o el dejo de canto gregoriano.
Y algunos atesoraban tan bella poesía, que parecía sonar a música de guitarra y pandereta, oler a la esencia pura de canelita y clavo.
Cantaba así el florero, con su canasto al brazo y su preciosa carga de mil amorosas flores, poniendo en su decir toda su fantasía, y en su apostura todo su orgullo de macareno:
"Hay que olor me ha venío
a rosa fina...
Santa Rita bendita
andaba escarsa
por mi jardine
y no s´espinaba...
Jarmine... y que florel
Rosas y violetas...
Un jardín traigo ar brazos
malvalocas y sensitivas:
traigo las flore der laso;
traigo rosedá y jarmine
y traigo rosas casera...
Traigo treinta primaveras
cogías en mis jardine...
Y a cuartos y a ochavos
rosiyas encarná...
Hay reimiculos y violeta,
violetitas a cuarto...
Rosiyas de pitiminí...
¡Hay nardos...er rico nardo!".
Este pregón de las flores, era como un monumento de pregón musical, el de mayor gracia melódica, netamente andaluza, y el de más abundante raudales de lirismo y de melodía, modelos de concisión y de bellezas.
Otros como el de la albahaca:
"Albahaquita de limón,
albahaquita de limon...
Niñas, bajá y comprarme flores..."
Muchos de los vendedores ambulantes llegaron a adquirir una popularidad extraordinaria, hasta el punto de que a uno que vendía zaleas, se le hizo entonar su pregón en la plaza de toros, y en el escenario del teatro de San Fernando, el principal coliseo de Sevilla, y al vendedor de los escobones le seguía la gente por las calles, como a una cosa que había que admirar.
Y efectivamente, todos prestaban a la ciudad, una nota típica, que le hacía aún, más original y pintoresca.
Botijero, pregonando por las calles de Sevilla, en la década de los años cincuenta.Aguador en la Plaza Nueva.
Foto: Charles Alberty López(Gelatinohaluro) 1928.
La época de oro de esta variante de refrigerio duró en Sevilla hasta la guerra civil, había aguadores fijos en la puerta de la Catedral, Alfalfa, Encarnación, etc. Se vendía y cobraba por vaso de agua, vaso que portaba el aguador y enjuagaba con agua en un cubo destinado a tal menester. En el siglo XIX se utilizaban pipas y en el siglo XX se usan solo cántaros.
Y el del vino:
"Ar muy güeno, ¡que güen vino!...
A tres chicas medio litro,
¡que güen vino!...
"Tres cuarto medio cuartillo
de miel de caña
que con la paletilla
se rebaña;
y quien lo come un día
no se le "orvía"
y hoy sabe a merengue
y que mañana no vengo
que anoche me lo dijo el amo."
Vendedor de corbatas en la calle Sierpes. 1936.
"Charlatanes".
Foto: colección Atero Burgos.Con el paso del tiempo, se ha borrado la huella de estos duros y, casi siempre, efectivos vendedores que nos traían esos inimaginables inventos que llenaban de admiración y extrañeza al público de la época. Antaño se les llamaba charlatanes, y tenían la habilidad, la presteza de palabra y la capacidad sorpresiva que eran los títulos que graduaban a estos comerciantes, dignos hijos de aquel Mercurio que fue Dios del comercio, de la elocuencia y de los ladrones al mismo tiempo. Ellos, en el largo rodaje de sus triquiñuelas por las plazas y mercados, habían elevado la sabiduría picaresca a la categoría de obra de arte.
Algunos oficios desaparecidos.
El "Carro de la Nieve," que así lo llamaban en Sevilla, era la venta callejera de hielo, se repartía por casas y bares, y los repartidores llevaban las barras heladas al hombro, protegidos por telas de saco. Año 1950. Foto Archivo Gelán. hemeroteca Municipal de Sevilla.
Fotógrafo "Al minuto." 1934.
Banda de música de la Trianera de Ibarra. 1933.
Pianillo de manubrio, 1959.
Zapatero en la Plaza de San Martín.
Foto:Charles Alberty López, 1928.
El ejercicio de su oficio se hacía en plena vía pública. Todo lo que era su taller está a la vista. Los zapatos para arreglar están en el suelo, a su derecha. En la mesita se nos ofrecen a los ojos tachuelas, puntillas, leznas, hormas, tapas para suelas y otros elementos propios. Es interesante el anuncio, situado a la derecha del tenderete, de papeles para fumar de la marca Quevedo, hechos en Alcoy por José Laporta Valor.
"El último relator de Sevilla."
Foto: Luis Leandro Mariani González, 1915.Los relatores eran contadores callejeros de sucesos, fueron figuras muy frecuentes a lo largo del siglo XIX. Con el advenimiento de la fotografía en 1839, las historias a contar ganaron en veracidad popular en tanto en cuanto la insuperabilidad del fuerte poder ontológico de la fotografía. En general, el relator montaba un panel secuencial con varias imágenes y una dosis fuerte de tremendismo como titular. La fotografía de Mariani Gonzalez muestra el suceso que, en 1915. conmovió a gran parte del sur de España. El relator montó el hecho con una secuencia de 12 fotografías sobre un caso de niño enterrado vivo.
Marques de Ángulo, con su chauffeur en su automovil. Foto: Anónimo, 1895.
Los elementos imprescindibles, junto con el propio coche, eran los guardapolvos, las gafas de conducir y el chófer. Estos coches, Studebacker, Hispano-Suiza y Opel, fundamentalmente alcanzaban, en estas fechas, hasta 40 - 45 kilómetros a la hora.
La Vedette Carmen Fernández. Foto: Anónimo (Gelatinohaluro) 1897.
En el panorama de las varietés picantonas de fin del siglo XIX, lució con cierto esplendor la vedette Carmen Fernández. Desde 1895, venía actuando en diversas capitales del Norte, Barcelona y Madrid. Es indiscutible que poseía un buen cartel en el mundo de la revista. Por esto, el Club de Velocipedistas de Sevilla, en 1897, decidió contratarla para un espectáculo que habría de celebrarse -como así fue- en el Salón Imperial. La "artista" tuvo un gran éxito de público masculino, a nuestro juicio con cierta patología del gusto, incluso fue tal el escándalo que se produjo que la autoridad hubo de suspender algunas sesiones.
Gracias por su visita.
Fascinating. Thank you. The streets would have been alive with vibrancy and colour.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarUn abrazo, amiga.
Geniales fotos que cuenta la historia de Sevilla. Te mando un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Judit.
EliminarBesos.
Ho apprezzato molto le preziose immagini, inserite in questo notevole articolo.
ResponderEliminarUn saluto
Muchas gracias, Silvia.
EliminarUn saludo.
Verdaderamente interesante amigo Manuel, no he conocido esto pero si me suena incluso te comento que por la ladea de mi mujer, esas de la sierra profunda aún van vendiendo no con burro pero si con su forgoneta pues todo lo necesario y que por allí no hay con lo que se evita el desplazamiento al pueblo a mas de 6 km.
ResponderEliminarMe llama mucho la atención el vendedor de corbatas.
Un fuerte abrazo amigo.
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, José Antonio.
He disfrutado mucho leyéndote y observando el paso del tiempo entre fotos de una época en la que la calle era un escaparate móvil donde todo se vendía y todo era necesario, cotidiano, útil...
ResponderEliminarPaso, tras un período dedicado a otras historias, para dejarte un abrazo sincero y desearte un feliz día.
Gracias por compartir tanta historia y lo dicho...un abrazo amigo.
Muchas gracias, Jorge.
EliminarUn abrazo.
Foto molto belle,buon pomeriggio.
ResponderEliminarGracias, Olga.
EliminarSaludos.
Estimado amigo que mundo mas ameno y entretenido, seguro me encantaría. Tu comentario como siempre magnifico y educativo . Las fotos son geniales. Muchas gracias. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarLas gracias a ti siempre, amiga Lola.
EliminarUn abrazo.
Vaya que gran artículo!! y de verdad lo he gozado de principio a fin...me trae enormes recuerdos de antaño, cuando en mi país vi a algún típico venderdor ambulante a pie o en carretones, al menos en mi zona, porque más al norte s usaban la mula , recuerdo que estando por esa parte de mi país, una vez mi madre compró leche de burra...la vendían insitu!
ResponderEliminarY así otros más que se colocaban en las plazas o avenidas principales ...ahora sigue existiendo vendedores pero embarcados,sobretodo de frutas, verduras y pesacados...existen las ferias, pero igual existe el vendedor callejero que ahora vende chucherías, ropa usada, comidas ya preparadas, etc , se instalan en ferias diarias y ahí acude la gente o en lugares de venta más pública en la calle...eso si lo dejan , porque ese tipo de comercio es sancionado.
Como sea me recordó mucho esas estampas antiguas que se dieron en mi patria y que quedan igual vestigios de ello como son los chichineros, el vendedor de algodón de azúcar , el globero, que se niegan a morir.
Tengas una gran semana.
Muchas gracias, Meulen.
EliminarUn abrazo.
Led he pasado tu publicación a mi amigo y está maravillado.
ResponderEliminarGracias, Manuel, tu labor es admirable.
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, Enrique.
A mis 50 años tengo recuerdos de algunos vendedores callejeros: de leche, de pan, de frutas, el afilador que de vez en cuando aún pasa y el cisquero que repartía el carbón para encender el brasero de cisco en invierno.
ResponderEliminarMi padre si conoció a muchos más como los de hielo, los diteros , etc y me ha contado cosas de ellos.
Nunca te podrás imaginar lo que se disfruta leyendo tus posts sobre esa Sevilla que perdimos, Manuel.
Besitos
Muchas gracias, Isabel.
EliminarBesitos.
Una gran y estupenda entrada. Yo recuerdo al afilador , al mielero y al repartidor de leche. También de los puestos callejeros de chuches para los niños que con una peseta podías comprar varias golosinas. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarUn saludo, Charo.
Tu entrada me ha disparado comparaciones con aquellos tiempos de mi niñez por estos pagos y por lo tanto me ha emocionado, Manuel. Debe ser una de las que más me han encantado.
ResponderEliminarAbrazo hasta vos.
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, Carlos.
Como siempre muy bien argumentado y con imágenes que lo avalan. Seguro que debían de ser un espectáculo verlos por las calles pregonando sus artículos con esa gracia.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias.
EliminarUn saludo, Tomás.
Manuel, you have published very interesting material. The photos complement your words wonderfully.
ResponderEliminarMy friend, I salute you and I wish you a good Thursday!
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, amiga Anna.
Hola amigo, como siempre, un placer pasar por aquí.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Eugenia.
EliminarUn saludo.
Ay, me hiciste recordar esos viejos oficios que hoy ya no existen... Nostalgia pura...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, Ildefonso.
Gracias por esos testimonios, es difícil explicar ahora estas cosas ya perdidas, a los jóvenes de hoy en día.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Alfred.
EliminarUn abrazo.
Cómo me ha gustado esta publicación Manuel. Un tiempo precioso visto desde ahora, aquellas calles adornadas con estas personas que vendían de todo. Me resultan estos tiempos tan acogedores que me encanta ver las fotografías que cuentan la historia de aquella época donde las personas se comunicaban de tú a tú, y no como ahora que ni siquiera se ve a los vecinos de la misma planta.
ResponderEliminarLo que más recuerdo, es al afilador y también al que portaba cacharros de cocina. Pero nada que ver con lo que cuentas aquí de estas personas que eran tan creativas para vender con esos poemas tan saleroso, y es que Sevilla, es otra cosa, :))).
Bien frondosa estaba la vedette, jajaja.
Me ha encantado todo desde el principio hasta el final.
Un cálido abrazo Manuel.
Muchas gracias, amiga Elda.
EliminarUn abrazo.
Una entrada deliciosa como esas sandías, castañas y rica miel que se vendía en los tiempos que nos narras. Esto que cuentas sería digno de ser llevado al cine de ficción o al documental pues aborda un aspecto de tanta riqueza histórica que sería muy gustoso de ver en la gran pantalla. En cierta manera me has recordado un reciente viaje que hice a Ecuador en la que la venta ambulante de ricos productos seguía siendo norma en la actualidad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Manuel.
Gracias, Miguel.
EliminarUn fuerte abrazo.
Qué entrañables recuerdos de tiempo pasado!!.
ResponderEliminarRecuerdo a alguno de los vendedores callejeros y me entra mucha nostalgia.
Todo ha cambiado mucho.
Estupendas las imágenes.
Ya, desde Madrid, te envío un abrazo fuerte.
Muy feliz mes de Mayo.
Muchas gracias, Amalia.
EliminarUn fuerte abrazo.
Street vendors is a vast, fascinating subject anywhere, at any given period of time.
ResponderEliminarYour narrative and photos of street vendors in Seville is a very important social and historical document in general, and for Seville in particular.
Muchas gracias, Duta.
EliminarUn saludo.
Hola Manuel, tu entrada de hoy me ha entusiasmado mucho leerla, la has bordado. Mañana cuando venga mi nieta se la enseñaré, pues aunque tiene 10 años le gusta que le explique cosas antiguas. Felicidades por tu buen hacer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Conchi.
EliminarUn abrazo.
Hola, Manuel.
ResponderEliminarHe disfrutado un montón con esta entrada. He recordado a los vendedores, muchos de ellos los tengo en mente todavía, incluso el afilador todavía existe, pero ahora van en coche. Pero la flauta es la misma. Yo era muy pequeña pero me acuerdo perfectamente del vendedor de la miel de caña, de los hilos, etcétera.
Ahora ha cambiado tanto... que le explicamos a los jóvenes y parece que sea de otra galaxia.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Muchas gracias.
EliminarUn fuerte abrazo, amiga Piedad.
¡Qué maravilla, Manuel!
ResponderEliminarSupermercado a pie de calle y con buenos productos...jejeje.
Nada que ver con la actualidad.
Una sociedad más humana llena de sencillez.
Esos melones, la miel, el pan...y las corbatas en la mítica Calle Sierpes.
Has hecho un magnífico reportaje.
Es una gozada visitarte siempre.
Abrazos querido amigo.
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, Maripaz.
Come sempre tante belle fotografie, quella dell'arrotino (da noi in dialetto Muletta) è stupenda.
ResponderEliminarBuon fine settimana.
Gracias, Giancarlo.
EliminarUn saludo.
Manuel, te felicito por esta entrada, las fotografías son geniales y mas contada como tu sabes hacerlo.
ResponderEliminarSi la vieran mis abuelos seguros se les caía una lagrima, hay si que había comunicación, amistad y compromiso.
Hoy eso se perdió, hoy compras por internet, hablas por mensajería, no existe esa bella comunicación que nos muestras , me encanto tu entrada.
Que tengas un feliz fin de semana
Abrazos y besos mi querido amigo
Gracias, Liz.
EliminarAbrazos y besos van.
Que bonitos recuerdos me has traído Manuel, mis recuerdos son del pueblo, recuerdo sobretodo al sardinero ,que siempre decía ( sardinas frescas y vivas ) , también al calderero , que con un martillito de hierro, tocaba en el caldero, el afillador ( que siempre era gallego ) y muchos más. Gracias Manuel, Abrazos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Teresa.
EliminarUn abrazo.
Muy interesante todo lo que has escrito sobre los vendedores ambulantes de aquella època. A mi padre le hubiera encantado leer todo esto, recuerdo que èl usaba la palabra charlatàn. En algunos lugares del interior, por ej. en Jaèn. he visto al vendedor de pan que todas las mañanas anunciaba su llegada con un bocinazo y tambièn al que traìa los melones.
ResponderEliminarSaludos Manuel
Muchas gracias, Norma.
EliminarUn saludo.
Questo post è bellissimo e molto interessante !! Quanta fatica si faceva, una volta !! Quanti lavori sono cambiati o scomparsi ora che basta ordinare online o andare al centro commerciale !!Le tue foto sono testimonianze preziose del tempo passato ! Un caro saluto.
ResponderEliminarGracias.
EliminarUn saludo, amiga Mirtillo.
A very interesting post.
ResponderEliminarThank you for the information and photographs here.
All the best Jan
Muchas gracias.
EliminarUn saludo.
Buenos días Manuel. Me ha encantado el artículo, tan bien ilustrado y perfectamente claro con cancioncillas y apuntes. Las fotos son geniales, esclarecedoras de una época; los versos de los vendedores, puro arte comunicativo. Se me ha hecho corto.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias, Lola.
EliminarBesos.
Muy entretenido lo de los vendedores ambulantes, Manuel y muy interesantes las fotos. Todavía me acuerdo cómo sonaban aquellas flautas de los afiladores gritando "afiladoooooooooorrrr"
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :)
Gracias, Gumer.
EliminarUn fuerte abrazo.
Sin pretenderlo y a medida que iba leyendo tu entrada, afloraban a mi memoria recuerdos de mi llegada a esta ciudad castellana que, en aquél entonces, he creído que era un pueblo grande.
ResponderEliminarTípico era escuchar cada mañana al mielero, al afilador, al piñero y hasta a el basurero que recogía desperdicios de comida para alimentar a unos cerdos que tenía.
Hoy en día casi no hay venta ambulante, en algún pueblo el ayuntamiento aún permite vender un día a la semana.
Cariños.
Kasioles
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo, amiga.
Hemos pasado unos días muy bonitos en Andalucía.
ResponderEliminarSiempre quedan para el recuerdo.
Un abrazo fuerte.
Te deseo una semana muy feliz.
Me alegro mucho, Amalia.
EliminarUn abrazo.
Todos estos oficios ambulantes existían en Sevilla y también en Béjar, recreando esas estampas tan costumbristas que nos enseñas. Por aquí era usual ver a los orinaleros: recorrían las casas para recoger los orines de los bejaranos para venderlo o entregarlo a las fábricas textiles. El pis (amoniaco) actúa como mordiente para fijar el tinte a los paños. Imagínate el olor.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Carmen, y me has dejado boquiabierto con lo de los orines.
EliminarUn saludo.
Manuel, convengamos que tus publicaciones son siempre muy interesantes, que nos llevan a conocer la historia de tu Sevilla y más. Pero...¡esta vez además es un delicioso, simpático y atractivo recorrido por el "folklore" -si se me permite decir- con los pregones de los vendedores ambulantes y toda esa maravilla que se perdió con el paso de los años.
ResponderEliminarGeniales fotos que suman a tu entretenido relato.
Abrazo ¡buen miércoles!
Muchas gracias, Lucía.
EliminarUn abrazo.
Unas fotos preciosas.Un placer conocer a través de tu entrada todos estos oficios.Un fuerte abrazo Manuel.
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga.
EliminarUn fuerte abrazo.
Es preciosa la manera en que nos lo has contado. El pregón de las flores es algo increíble. Besos
ResponderEliminarGracias, Inma.
EliminarBesos.
Un post muy interesante, gracias
ResponderEliminarGracias, Kinga.
EliminarSaludos.
Manuel, vine a visitarte
ResponderEliminar, te dejo un abrazo y besitos, que tengas un bonito dia💋
Muchas gracias, Liz.
EliminarAbrazos y besos van.
Mi estimado Manuel.
ResponderEliminarMuy interesante tu publicación.
Te cuento que estuve tres semanas de viaje casi sin acceso a internet y por eso no había podido ver tu blog. Ya regrese y he vuelto a la normalidad. Abrazo inmenso!!
Gracias, Ricardo.
EliminarUn fuerte abrazo, amigo.
Manuel, gracias por esta fenomenal muestra fotográfica acompañada de esa manera especial de explicarlas. Uno vuelve, sin querer y un pelín de nostalgia, al pasado, a momentos que sabemos no regresarán, pero con los que aún nos identificamos. Gracias por este regalo.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo y mis deseos de que tengas un buen comienzo de semana.
Las gracias siempre a ti, por tu visita y amable comentario.
EliminarUn abrazo, Teo, y bienvenido.