Vida y leyendas de Doña María Fernández Coronel, de Sevilla.
Retrato de la Vble. Doña María Fernández Coronel, heroína de la castidad y fundadora insigne del Monasterio de Santa Inés de Sevilla.
La Venerable Sor María Coronel, nació en Sevilla y fue hija de D. Alonso Fernández Coronel y de Dª María Fernández de Biézma.
Era extremadamente hermosa, pero de mucho recato y honestidad, y quedó en sus primeros años huérfana de padre. Crecía Dª. María con los años en virtud y hermosura, y, cuando ya fue de competente edad, la casó su madre con D. Juan de la Cerda, Señor de Gibraleón, descendiente por línea recta de San Fernando. Era D. Juan de la Cerda por su esposa, Alguacil Mayor de Sevilla, y vivían estos dos ilustres esposos gustosísimos, por ser doña María amable en lo natural y moral y D. Juan, caballero de las más relevantes prendas; pero, cesó esta felicidad por el siguiente motivo:
Obligado el Rey D. Pedro por la guerras de Aragón, marchó a sus fronteras y quiso le siguiesen los Señores andaluces.
Entre los que acompañaron al Rey, fue D. Juan de la Cerda y D. Álvaro Pérez de Guzmán, esposo de Dª Aldonza Coronel, hermana menor de nuestra venerable matrona. D. Álvaro Pérez de Guzmán que había notado en el Rey alguna inclinación menos honesta hacia su esposa, dejó a ésta en el sagrado asilo del convento de Santa Clara, de esta ciudad. D. Juan de la Cerda, aunque bien satisfecho de la virtud de Dª María Coronel, temía mucho la videncia de un Rey desenfrenado; por esta causa los dos caballeros sin licencia del Rey, se volvieron apresuradamente a Andalucía.
Noticioso el Monarca, los publicó por desleales, y escribió a Sevilla para que no los admitiesen.
En virtud de este Decreto, Don Álvaro Pérez se retiró a Portugal, y Don Juan de la Cerda se hizo fuerte en el castillo de Gibraleón, pero, tomado éste por fuerza y vencido D. Juan, fue puesto en la Torre del Oro, de Sevilla.
Corrieron voces de que este ilustre prisionero no saldría de su prisión con vida, y esta noticia hizo que su amante esposa volase a buscar remedio, a tanto mal en la piedad del Rey. Encontró al soberano en Tarragona y, presentando su súplica le fue respondida benignamente para evadir sus ruegos, pues ya estaba muerto D. Juan de la Cerda por orden real y confiscados sus bienes.
Volvió a Sevilla nuestra heroina y se halló aún un tiempo viuda y pobre, y se retiró para llorar su viudez y desamparo a una ermita de San Blas, sita en la collación de Santa Marina, fundación que fue de sus ilustre ascendientes, donde habían colocado una insigne reliquia de este glorioso mártir. Vivió aquí algún tiempo, gimiendo su viudez y tolerando los fatales golpes de la fortuna.
Dos sucesos notables se refieren en todas las historias así sevillanas como españolas y seráficas: no consta si esto fue antes o después de estar viuda. Vivía el Rey rendido a la singular belleza de esta señora, eran poderosas las baterías con toda la majestad del Cetro; pero eran las resistencias más que humanas con que se rechazaban los desordenados asaltos.
Temerosa de su peligro, se retiró al convento de Santa Clara, pero no le valió este sagrado. Un Rey igualmente apasionado que desatento, envió ministros que sacasen a la Vble. Matrona del Monasterio y la llevasen a su presencia.
La honestísima Señora, viéndose en tan manifiesto riesgo se fue a la huerta del convento y, metiéndose en una hoya cavada en la tierra, pidió que la cubriesen, queriendo más bien exponerse a quedar enterrada viva, que a manchar su candor. Lo hicieron así y con unas tablas que pusieron encima, sobre las que echaron alguna tierra, la dejaron cubierta. Era fácil de conocer el piadoso engaño por la desigualdad de la tierra movida; pero Dios que no desampara a los que en Él confían, hizo instantáneamente naciese en aquél sitio unas matas de verde perejil, que con su lozanía desmentían las señales, e hicieron que se frustrasen los intentos de los que la buscaban.
Retrato directo del incorrupto cuerpo de la Venerable Sierva de Dios, Doña María Fernández Coronel, tal y como se conserva en el Coro de Santa Inés, fundado por ella misma con Bula del Pontífice Gregorio XI, dada en 1375.
Estampa de mi colección, del 12 de Julio de 1906.
Obstinado el Rey Cruel en su malvada pretensión, siguió en ella mucho tiempo sin perdonar medio alguno, ni suaves ni fuertes que no usase para rendir la fortaleza de esta admirable matrona.
Supo ésta, que el Rey, determinado a usar de la violencia, venía para lograr lo desordenado de sus deseos, y no hallando recurso en lo humano, arbitró por soberana inspiración, uno que, aunque costoso, la hizo digna de poner en olvido a las más ilustres heroinas de la castidad.
Puso a calentar un poco de aceite, y cuando estaba en su mayor hervor, lo vertió sobre su cabeza, rostro y cuerpo, quedando toda llagada y horrible a los ojos corporales, pero, hermoso espectáculo a la vista de Dios y de los ángeles.
¡Oh heroina digna de los mayores laureles!, y que pocas imitadoras habías de tener en este ilustrado siglo, en que se tendría tu casta resistencia por una enorme desatención al Trono, y tu heroica resolución por una barbaridad indigna de un corazón humilde!. Pero la memoria será eterna en bendiciones de dulzura, cuando las máximas de los hijos del mundo, serán confusas con sus parciales y ciegos seguidores.
Después de algunos años de viuda, resolvió tomar el hábito en el convento de Santa Clara de esta ciudad, donde hizo profesión religiosa. Aquí le hizo grata compañía su hermana Dª. Aldonza, viuda de D. Álvaro Pérez, la que profesó en este convento, y fue imitadora de las virtudes de su hermana en el estado religioso, ya que en el siglo no la había seguido en sus máximas virtuosas y santas.
Estampa de mi colección, del Cuerpo incorrupto de la ilustre y venerable Dª María Fernández Coronel y Biédma.
Recuerdo de la exhumación del 27 de Junio de 1932.
(A los 521 años después de muerta)
Muerto el Rey D. Pedro, y, reintegrada en parte su hacienda por el Rey D. Enrique XII, trató, como ya he dicho, la fundación del Convento de Santa Inés. Efectuada la fundación, fue Abadesa en su nuevo monasterio algunos años, y consta que lo fue el año 1411.
Llena de merecimientos, pasó de esta vida mortal a la eterna, aunque no se sabe ni el día ni el año de su tránsito.
Dejó muchos ejemplos de perfecta religiosa, y mujer fuerte a la posteridad, que debe celebrar sus trofeos con gloriosos aplausos. Su venerable cadáver es indicio cierto y piadoso de la veneración que merecen sus virtudes. Yace incorrupto, tratable y flexible después de más de seiscientos años, en una magnífica urna al lado del coro, cerca de la reja y levantado del suelo; y en su rostro se miran las manchas del aceite que sirvió de escudo a su pureza.
Fuentes: Archivos Históricos y particular.
Las siguientes tres fotografías, son también de mi archivo particular, y están tomadas el día 25 de Marzo de 1979, día que tuvo lugar en el monasterio de Santa Inés, la exhumación judicial del cuerpo venerable de Dª María Coronel, para un reconocimiento que completara con las técnicas modernas, los reconocimientos médicos tenidos en el siglo XIX, y en el primer tercio del XX.