Santa Teresa de Jesús, en Sevilla.
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, la graciosa reformadora del Carmelo, recuerda siempre con horror su viaje desde Caravaca a Sevilla, en Mayo de 1575, con seis monjitas animosas y sus buenos compañeros de viaje "Julián de Ávila, Antonio de Gaytán" y un fraile Descalzo. Los amigos de Teresa conocían personalmente a tres, por lo menos, de los personajes de esta pobre y poco lucida caravana. María de San José la ex doncella de D.ª Luisa de la Cerda, que ha de quedar en Sevilla de priora, es una de las seis monjitas. Julián de Ávila escribe, con Teresa, la crónica del viaje, y Antonio de Gaytán, caballero salmantino, regresará de Sevilla, pidiendo dinero prestado.
Cuenta D. José Sánchez Rojas: "que el carrito donde caminaban era un verdadero espanto. "Yo os digo hermanas -recordará Teresa en Las Fundaciones- que como había dado todo el sol a los carros, que era entrar en ellos, como en un purgatorio".
No se detienen nuestros viajeros en las ventas ni en los ventorrillos, y cuando se detienen es para lamentarlo. A la salida de Veas, aprieta el calor, descompone la comida y se pasan dos días sin probar bocado; Teresa lleva una gran bota llena de agua, pero el agua se acaba, y por estas tierras apunta Julián de Avila, que vale mucho más que el vino, "cada jarrito bien pequeño costaba dos maravedis, era más caro que el vino". En un ventorro, gente beoda e incivil injurian al Bendito Descalzo fray Gregorio, y después se hieren y acuchillan entre si.
Doce, catorce días de viaje, atravesando los pueblos de Murcia, de Jaén, y de la serranía cordobesa, hasta dar vista a la deliciosa y feracísima vega sevillana, pero Teresa, sabe consolarse de los peligros y trabajos de las terribles jornadas carreteriles, "unas veces con pensar en el infierno; otras veces pareciendo, se hacia algo y padecía por Dios, iban aquellas hermanas con gran contento y alegría.
Casa que habitó Santa Teresa, en 1576, el la calle de Zaragoza.
Un detalle de la casa de Santa Teresa, en Sevilla.
Escalera de la misma casa, en la calle de Zaragoza.
A Sevilla llega Teresa quebrantada y febril, ya que sufre una recia calentura, de tal magnitud que "parecía tener modorra, según iba enajenada". Las hermanitas a la vista de Sevilla echan jarricos, y más jarricos en el rostro moreno y risueño de la dama errante; pero el agua caliente del sol, quema y abrasa, y sirve de nuevo tormento, a la sin ventura. En una posada de mala estampa la doliente ocupa una camarilla sin ventana que se llena de sol a todas horas; el camaranchón donde pretende reposar Teresa, de su fiebre delirante es digno de tal hospedaje; bajo por un lado, alto por el otro y parece de "piedras agudas".
En Sevilla, en fin, el día 26 de Mayo de 1575; el resol desvanece a la madre a cada paso. Su casita de calle de Armas -hoy de Alfonso XII- es harto estrecha y miserable. La influencia del clima enervante y perezoso deshace misteriosamente los resortes de su voluntad.
Teresa se encuentra desconocida en Sevilla, esto es, pusilánime e inquieta, no sabe que resolución ha de adoptar en sus trabajos, ¡pobre Teresa!, el arzobispo D. Cristobal de Rojas y Sandoval, no quiere saber de monjas pobres; Antonio de Gaytán pide dinero prestado, para marchar de Sevilla con P. Julián, mientras las monjitas imploran la caridad para vivir, ya que del dinero traído de Caravaca ha restado exactamente "una blanca". El equipaje se reduce a la ropa que traen puesta las mujeres ", y a dos mudas más".
En Sevilla pasan las inexpertas aventureras, hambres más atroces que en Toledo, mientras callan y callan, dichosas de padecer por Jesús, y apenas si tienen más apoyo que el del curita sevillano Garci-Alvarez, que las dice misa sin emolumentos, y las regala él, más pobre que las ratas, cestitas con legumbres y pescado frito, de cuando en cuando. Otra dama caritativa se acuerda también de Teresa y sus hermanas, pero confía los socorros a una beata urraca, que se queda con lo mejor entre las uñas, hasta que la señora sevillana provee directamente para evitar los intermediarios, que en toda clase de negocios, han sido siempre harto y peligrosos.
Patio de la casa de la calle Zaragoza.
Hasta que Lorenzo de Cepeda no llega de las Indias, en auxilio de su hermana, la pobre Teresa tiene bastante que sufrir, después de ocho, de diez meses de terribles amarguras, se decide a comprar la casa de la calle de Pajería, hoy de Zaragoza. La engañan en el trato; el fiador Lorenzo está a punta por tramposo, de dar con sus huesos en la cárcel de los Remedios, y Teresa, que ya comienza a sentirse "gastada y vieja", tiene que refugiarse en la lealtad de su gran amiga María de San José y en los hechizos de su sobrina Teresita, que cura sus melancolías en su cárcel de la calle de las Armas. "Ya está ella con su hábito -exclama la tía- que parece duende de casa y todas gustan mucho della; y tiene una condicioncita como un ángel, y sabe entretener bien en las recreaciones, y contar de los indios y de la mar, mejor que yo lo contara".
Fachada y tejadillo del monasterio de San Juan, de la Orden Reformada del Carmelo, fundación de Santa Teresa.
Pero el Señor habrá de sonreirla, al fin, en Sevilla, y la casita de la calle Zaragoza se prepara, al fin, para recibir al sacramento; y entre las invenciones, que al palomar sevillano llevará el bueno de Garci-Alvarez, contaremos: "una fuente, que el agua era de azahar, sin procurarlo nosotras, ni aún quererlo, aunque después mucha devoción nos hizo" -contará sobriamente nuestra Teresa-, ya tiene agua de azahar su Jesús; las monjitas han llenado de tiestos y de macetas todos los pasillos y todas las celdas de la casa; al anochecer, las calles estrechas morunas, entoldadas en este caluroso día de verano -3 de Junio de 1576- se aderezan para ver pasar la procesión.
Un detalle del compás de las Teresas.
El arzobispo en persona, que después de haber platicado largamente con la Madre, ha quedado prendado para siempre de su recato y donosura. Lleva el Sacramento, un viejo paisano de Teresa, el prior de las Cuevas acude también a la procesión; hay música y menestriles, por que pasa, la Divina Majestad.
¡Si!, hay música y tracas y vítores, y tiros de artillería. La Madre, con su capa blanca va la última, al pie del Sacramento, y a la vera del arzobispo; y va llorando al entrar Jesús, su Jesús en el sagrario nuevo, se arrodilla ante D. Cristobal y prorrumpe en sollozos, mientras los sevillanos presencian un espectáculo nuevo, que alza gran rumor en toda la clerecía. El arzobispo levanta a la Madre del suelo, y es él, el que se planta de hinojos ante la madre, pidiéndola mil perdones por no haberla comprendido desde el principio; un momento singular es ver el curita Garci-Alvarez, el viejo prior de la Cuevas y María de San José, como se miran conmovidos y espantados.
Los sevillanos siguen jugando la pólvora, y se prende el arco del claustro, que tenía los arcos cubiertos con unos tafetanes, pero los tafetanes no padecen con el fuego, a pesar de ser amarillos y de carmesí. Lo curioso es -¿quien no ve el milagro?-, lo curioso es, que la piedra que estaba en los arcos, debajo de los tafetanes, quedó negra del todo, y los tafetanes que estaban encima "sin ninguna cosa; como si no hubiera llegado allí el fuego". Todos dan gracias al Señor por la maravilla, la monjas la alaban también porque..."porque -dirá Teresa ya repuesta de la emoción que la ha causado el gesto de D. Cristobal de Rojas-, no tienen que hallar, otros tafetanes".
Reja conventual del lado de la epístola del Monasterio de Madres Carmelitas Descalzas de Sevilla.
Once años dura el monasterio en lo que es hoy morada espléndida y sevillanísima del Sr. Soto, en la calle Zaragoza. En 1587 - a los dos años escasos de muerta la madre en Alba-, María de San José, la primera priora sevillana, tan amiga y devota de Teresa, encuentra otro palomar muy sencillo, muy limpio, muy gracioso, muy sevillanos, para sus monjitas. El Carmen, como siempre, ha de escoger el paraje más gracioso, y "las Teresas", instaladas en lo que fue palacio de un gran señor moro, añadirán un matiz nuevo a la Sevilla de San Clemente, de Santa Paula y de Santa Clara, en el barrio de Santa Cruz, en lo que ha sido hasta hace poco alhamía o judería, de la ciudad hechicera, en el recinto que limitan las puertas de la Mezquita, del Candilejo y de la Carne. María San José, aconsejada por Teresa, ya reconciliada con Sevilla, edificará la morada del Esposo, blanca y sencilla como el alma de sus pobres hijas.
Santa Teresa de Jesús, maravillosa obra escultórica de Montañés, que figura en uno de los altares, del convento de su nombre, en Sevilla.
Y "las Teresas" conservan a la derecha de su compás, lleno de flores, una cruz que en sus muros colocara, fray Juan de la Cruz, el mágico poeta de Fontiveros.
Las monjitas de hoy conservan también la "ronquita", esto es, la campanilla que traía en su carro teresa, por esos caminos polvorientos. Además guardan, como oro en paño, una alpargata rota de la madre, tres cartas, papeles de cuentas, el autógrafo de Las Moradas, recuerdo de Juan de la Cruz, del Padre Gracián, y de María de San José, olvidada en su destierro portugués de Buerta; además del retrato de fray Juan de la Miseria, que pintó a la Madre -bien que con su protesta consiguiente-, "vieja y legañosa".
Primera página de "Las Moradas", con el autógrafo de Santa Teresa de Jesús, que se conserva en el convento de su nombre, en Sevilla.
A través del torno, respirando los aromas de los tiestos del compás, se percibe la huella imborrable que dejara Teresa en Sevilla. Sus hijas son casi unas pobrecitas de solemnidad, pero nunca se borrará el aroma sencillo y humilde de este carmen andaluz, que tanto diera que hacer a Teresa, y que al fin, fue colocado adrede,por estas misteriosas intuiciones del arte y de la fe -siempre novios de Sevilla- , dentro de la fragancia y el silencio, del barrio de Santa Cruz".
Capa que usó Santa Teresa y que se conserva en el convento de su nombre, en Sevilla, como preciada reliquia.
Manuel, no puedo más que alabar tu trabajo. Es un placer leer y ver las fotos de tus entradas.
ResponderEliminarTe deseo un buen sábado, bien lluvioso hoy en Sevilla.
Un abrazo
Clara
Gracias, Clara.
EliminarUn abrazo.
Preciosa entrada de las vivencias de nuestra Santa Teresa de Ávila, desconocía todo lo que padeció en Sevilla y todas las reliquias que de ella se conservan allí.Saludos
ResponderEliminarGracias, Charo.
EliminarUn saludo.
Nunca se sintió cómoda en esta ciudad. Nos dejó Las Teresas que es un emblema en pleno barrio de Santa Cruz.
ResponderEliminarGran post, Manuel.
Besos
Gracias, Isabel.
EliminarUn beso.
Anda que no trabajas Manuel. que maravilla de trabajo. Es un placer leerte. Un fuerte abrazo. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Lola.
EliminarUn fuerte abrazo.
Alucinante historia, Manuel. La leyó también con gran interés mi esposa, una de las centenares de miles de Teresas que hay por el mundo.
ResponderEliminarAbrazo austral.
Gracias, Esteban.
EliminarUn abrazo.
Que tremenda historia de Santa Teresa, no la conocía gracias por permitirnos conocer parte de la historia. Un gran saludo que tengas un bello domingo.
ResponderEliminarGracias, Gladys.
EliminarUn abrazo.
Excelente aportación ...
ResponderEliminarGracias
Muchas gracias, Mark.
EliminarUn abrazo.
Muy querido Manuel :
ResponderEliminarExcelente crónica.
Me encanta todo lo relacionado con Santa Teresa
Me alegra mucho visitarte y leerte.
Gran abrazo!!!!!
Muchas gracias, Ricardo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola Manuel. Si que padeció penurias Santa Teresa en esta ciudad. Recuerdo haber visto la serie en televisión, pero ya se me quedó en el olvido casi todo.
ResponderEliminarUna entrada muy interesante que he leído con gusto.
Un abrazo y buen domingo.
Gracias, Elda.
EliminarUn abrazo.
Un abrazo fuerte, Manuel .
ResponderEliminarGuillermo
Gracias, Guillermo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Me ha encantado. Besitos.
ResponderEliminarGracias, Teresa.
EliminarBesitos.
Hola Manuel, gracias por este trabajo del que destacaría las imágenes de la casa de la calle Zaragoza como documento histórico imprescindible, así como el resto del texto con el que aportas una mirada muy especial sobre Santa Teresa.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, Miguel.
EliminarUn abrazo.
Al final se arregló la cosa,pero hay que ver los inicios de Teresa en Sevilla!
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias, Carmen.
EliminarUn beso.
No guradó buena experiencia la Madre Teresa de las tierras sevillanas, me temo. Todo fueron sinsabores y la andariega monja acabó regresando a su tierra yerma y fría, estepeña, de Castilla. Se ve que la caló no le sentaba bien.
ResponderEliminarGrandes tesoros son los que se conservan en tu ciudad relacionados con la santa de Ávila.
Un saludo
Gracias, Carmen.
EliminarSaludos.
La historia está aquí, para ser tenida en cuenta.
ResponderEliminarFeliz semana Manuel.
Un abrazo.
Gracias, Alfred.
EliminarUn abrazo.
Una historia muy buena que yo desconocía.
ResponderEliminarAgradezco todo lo que enseñas con tus estupendas entradas tan bien documentadas.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Amalia.
EliminarUn fuerte abrazo.
Oh Manuel que bella entrada, las imágenes siempre bordan tus letras, me alegra saber de ti, un abrazo con corazón :*
ResponderEliminarGracias, Patty.
EliminarUn abrazo.
Manuel cada día te pones mas alto el listón no se como superaras este articulo.
ResponderEliminarLa santa andariega da mucho de si.
Saludos.
Gracias, Tomás.
EliminarUn saludo.
Santa Teresa es una santa fascinante y el que lee sus escritos y su vida no queda indiferente.
ResponderEliminarEs de agradecer tu trabajo y generosidad.Hoy me he enterado de cosas que ignoraba de esta gran santa.
Muchas gracias
Un abrazo
Muchas gracias, Carmen.
EliminarUn abrazo.
El amor por las personas.y la creencias en un paraiso consigue hacer grandes cosas en este pais
ResponderEliminarGracias, Juan.
EliminarSaludos.
Hola Manuel como siempre con tu gran trabajo de documentación sales de tu espacio aprendiendo. He descubierto aspectos de la vida de Santa Teresa que desconocía. Un beso enorme
ResponderEliminarGracias, Conxita.
EliminarUn beso.
Creo que santa Teresa ha sido alguien inigualable, no sé como por amor a Jesús, pudo soportar su delicada salud, tantos y tantos viajes, yo la llamaba siendo niña la Santa Andariega pero después cuando he sido adulta y he leído oda su obra, me he quedado impactada, impactada de ese amor, ese ímpetu y esa confianza que siempre tenía en Jesús.
ResponderEliminarLos detalles que hoy he leido en tu entrada, los desconocía, gracias Manuel, por traer a tu espacio a alguien tan humana-divina para que todos podamos conocerla mejor.
Mis felicitaciones por tu narración.
Un abrazo con mi cariño.
Ángeles
Muchas gracias, Ángeles.
EliminarUn fuerte abrazo.
Extraordinario reportaje sobre esta gran santa. He estado en algunos conventos que ella fundó.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Antonia.
EliminarBesos.
Qué delicia de texto; y que delicia también la posibilidad de escuchar en Sevilla los toques de la ronquita, que pese a su nombre, seguro está perfectamente afinada.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, amigo.
EliminarSaludos.
Ay, Manuel, qué historia. Ahora sé de donde le viene a mi santa patrona el lamento de "vivo sin vivir en mí" que yo suelo utilizar cuando me invade el caos y el desasosiego.
ResponderEliminarEse aciago viaje desde Calatrava a Sevilla, el hostil recibimiento, la indiferencia de las autoridades eclesiales sevillanas... no consiguieron domesticar a Santa Teresa, que me gusta bastante, pese a que no soy yo de santos ni religiones.
La imagino en esa Sevilla calurosa, pasando hambre... y declamando...
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
No tenía ni idea de esta historia, Manuel, y eso que de mi Santa patrona se algo más que del resto de santos. Me ha encantado.
Un abrazo,
Muy bonito tu comentario, Tesa. Gracias.
EliminarUn abrazo.
La Santa Andariega; fundadora de conventos de descalzas junto a San Juan de la Cruz, el que fuera también fundador de los descalzos. Ambos fueron doctores de la iglesia desde la pobreza y abulenses de nacimiento. Luchadora incansable y culta, fue una gran mujer muy adelantada a su tiempo. Murió en Alba de Tormes, de regreso al convento de San José en Ávila, aquél que fuera el primero de tantos que fundó en toda España. Un gran aporte de la santa en sus andanzas por Sevilla, donde vistos los hechos, no la faltaron tampoco penas ni contratiempos. Un abrazo Manuel.
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Juan, y perdona que haya tardado cinco años en responderte, pero hasta hoy no he visto este comentario tuyo.
EliminarBuen trabajo, Manuel. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga, y mis disculpas, por lo mismo que le he dicho a Juan en el comentario anterior.
EliminarUn saludo.
Muy interesante. FELICIDADES!!
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