La Catedral de Jaén.
Exterior de la iglesia Catedral, de Jaén.
Dibujo de Antonio Hebert, de 1885.
Aún cuando muchos de los monumentos religiosos, existentes en Jaén, sobrepujen en mérito artístico a la catedral, es innegable que ninguno de ellos alcanza el conjunto de armonía y belleza que ésta ofrece.
Comenzaron las obras de la catedral jienense en el año 1500, y en su construcción intervinieron numerosos arquitectos. La capilla mayor del templo se terminó en 1519, y nada más se hizo en él hasta que en 1532 Pedro de Vandelvira, hizo el diseño del majestuoso templo que hoy existe; inaugurándose los trabajos hacia 1540, y se hizo cargo de la dirección de los mismos, un hijo del autor del proyecto llamado Andrés, el cual, en 1579 logró ver terminados el costado izquierdo de la iglesia con la sala capitular, la sacristía y la fachada del mismo lado, del Sur.
Alonso de Barba se hizo después cargo de las obras que, sin dudas por carencia de fondos, sufrieron un dilatado paréntesis. En 1634 se reanudaron los trabajos bajo la dirección de Juan de Aranda, que mandó derruir los restos que quedaban de la construcción de 1500, para edificar la nueva capilla mayor, con la nave central hasta la mitad y las capillas de la nave derecha, con la fachada del lado Norte. Más tarde, Pedro de Portillo terminó el cimborrio e hizo el pavimento.
El día 20 de Octubre de 1660, tuvo lugar la solemne inauguración del templo. Eufrasio López, concluyó las capìllas que faltaban, hizo el porche y comenzó la fachada principal y las torres, que terminó Blas Antonio Delgado en 1688. en 1764 comenzó a construirse el sagrario, unido a la iglesia por la parte Norte. esta parte de las obras fue trazada y dirigida por don Ventura Rodríguez, que terminó el atrio en 1801.
Altar mayor, y al fondo la capilla de la Santa Faz.
Entre las portadas de la catedral destaca, por su belleza y elegancia, la del Mediodía constituida por cuatro columnas dóricas, entre las que se abre, una gallarda cimbra sobre la que corre el entablamento, ornado en el piso con variados adornos no exentos de belleza. Sobre la cornisa aparece una Virgen de la Asunción, coronada de ángeles, y a la que sirven de altar cuatro columnas jónicas parecidas. Entre las columnas de uno y otro cuerpo hay elegantes nichos y sobre el arco dos figuras de la Piedad y la Religión.
Puerta lateral de la Catedral. 1914.
Se abre al Norte del edificio, ocupando lugar preferente, encima de la puerta, la estatua de la Concepción.
Menos notable es la portada principal, en la que, entre cuatro grandes y esbeltas columnas, y encerrada en un recuadro, aparece María, llevada en alas de dos ángeles. Sobre este grupo hay un balcón, sostenido por una ménsula, sobre cuya cimbra hay otros dos ángeles sosteniendo un lienzo con la imagen de Jesucristo, en relieve. Por todo este cuerpo central corre una balaustrada cortada a trechos por pedestales, con figuras de escaso mérito. Un segundo cuerpo se levanta detrás de la balaustrada, pero menos fastuoso y magnífico. Con los ángulos de esta fachada, se alzan dos torres de cinco cuerpos rematados por airosas cúpulas.
Aparte de las características consignadas, ninguna otra particularidad notable, ofrece el exterior de la catedral, cuyo conjunto es en extremo armónico.
Desde los cerros inmediatos a la ciudad, puede admirarse este espléndido templo. 1914.
El interior de la catedral afecta la forma de una cruz latina y está dividido en tres grandes naves, elevadas por macizos pilares, adornos con columnas de gusto corintio. La elegancia de las tres naves es casi idéntica, y las bóvedas, de curvas bellas y elegantes, aparecen exornadas con adornos prolijos y de gran mérito.
Entrada al Coro de la Catedral. 1914.
A cada lado de las puertas que da ingreso al coro, se desarrolla la doble sillería, ricamente decorada según el gusto del Renacimiento.
Coro bajo, en la nave central del templo.
Detalle de la magnífica sillería del coro bajo.
En el recinto del coro, por lo contrario, se observa tal diversidad de estilos, y de motivos de decoración, que hace perder en absoluto, su interés artístico; ello se debe, sin duda.al deseo de decorar con profusión lo que, en realidad, no precisaba este recargamiento.
Al paso que en el exterior parecen sus muros, más de cárcel que de un coro, por su absoluta carencia de adornos y la reciedumbre y solidez de sus anchos sillares, cubierto en su parte interna por bajorrelieves de madera, en los que, entre columnas, follaje, flores y otros caprichos, están representados los principales hechos de los héroes cristianos, se presentan tan confusamente al observador, que apenas sabe donde fijar los ojos. Los respaldos de su doble sillería están llenos de entrelazados caprichosos; los brazos, de grifos y otros seres fantásticos; los cuerpos compuestos que corren sobre cada orden de asientos, de un sinnúmero de figuras, en cuyos grupos están trazadas algunas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, los gozos y dolores de la Virgen y los tormentos de los primeros mártires, de la religión de Jesucristo.
Interior de la Catedral. 1914.
La ornamentación crece desde su arranque hasta el florón de una gran cúpula que sostiene; se extiende por todos sus anillos; corre por todos los nervios de sus arcos; orla sus numerosas aberturas; embellece hasta las tarjas de las pechinas en que campean la figuras en relieve de San Miguel, Santiago, Santa Catalina y San Eufrasio. Este lujo no se advierte exclusivamente en las bóvedas, sino que predomina, con más o menos acierto, en todo el edificio.
A ambos lados del crucero hay portadas que aventajan, en riqueza de ornamentos, a las bóvedas.Sacristía de la Catedral. 1914.
Terminada en 1579, en pleno dominio del Renacimiento, se distingue por la elegancia y proporción de los cuerpos arquitectónicos que la forman.
Arco que da entrada a los sótanos.
El presbiterio es de grandes proporciones, al contrario del tabernáculo que, en proporción, es reducido, pero rico y de una severa sencillez. Las capillas abiertas de las naves laterales no participan, en cambio, de esta cualidad, pues sus retablos revelan un gusto poco exquisito. Asimismo la capilla mayor, aún cuando más alta y de más rica ornamentación, no llega a cautivar la atención.
En el frente de una caja colocada sobre el altar, está pintado el rostro del Salvador. Según la tradición en esta urna se guarda uno de los rostros que quedaron impreso en el lienzo con que la Verónica enjugó el sudor de Jesús, en el camino del Calvario.
Encuadrado en rico marco de oro, es como se conserva en la catedral, el Sagrado rostro de Jesús.
Son notables la sala capitular, el sagrario y la sacristía, más no por su belleza, sino únicamente por su lujo, ya que todas ellas están exentas de carácter. Solo cuerpos arquitectónicos presentan, cuya ejecución es más o menos acertada, pero a decir verdad, carecen del estilo místico y religioso, imprescindible en los trabajos de decoración de los templos.
Tal es, descrito a muy grandes rasgos, por tratarse esta entrada, de un trabajo meramente informativo.
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