Los restos mortales de Cristobal Colón, en Sevilla.
1492 - Cristóbal Colón - 1899.
Alegoría dibujada con motivo de la llegada de los resto de Colón a Sevilla, por D. Luis Palao.
Destino fue del ilustre navegante genovés el de andar errante y sin reposo; y si en vida peregrinó de corte en corte antes de hallar una reina cuyo genio fuese capaz de comprender el suyo; si hizo cuatro viajes redondos al Nuevo Mundo por él descubierto, también después de muerto fueron cuatro veces removidos y trasladados sus restos, de unas a otras regiones.
Al fallecer el 20 de Mayo de 1506, en Valladolid, el primer almirante de las Indias, fue depositado su cadáver en la iglesia conventual de los PP. Franciscanos de aquella ciudad. De la bóveda de este convento fueron trasladados los restos de Colón a la cartuja de Santa María de las Cuevas, extramuros de la ciudad de Sevilla; después a la Isla Española siendo inhumado en la capilla mayor de la catedral de Santo Domingo. En 1795 fueron enviadas a la Habana las ilustres cenizas, y en 1899, cuando la bandera de España que allí ondeara durante cuatro siglos desaparece de sus fortalezas, y en aquellos horizontes se pone el sol de la soberanía española, volvió nuevamente a la patria donde nació a la gloria, y a la ciudad del Betis que tantos títulos ostenta para ser guardadora de reliquias tan venerandas.
El día 19 de Enero de 1899, a las diez y media de la mañana, ante una muchedumbre que llenaba el muelle, coronabas las bordas de los buques surtos en el puerto, y se extendía en el arrecife de San Telmo, glorieta de la Fuente y puerta de Jerez, llegó el buque Giralda con la insignia del almirante y a media asta las banderas de popa y de proa en señal de duelo, que conducían desde Cádiz los restos de Colón, que hasta allí trajo de Cuba el vapor Conde de Venadito.
El aviso "Giralda", que condujo los restos, en el momento de la llegada a Sevilla.
En el muelle esperaban el Duque de Veragua, las autoridades, el Cabildo catedral con la cruz metropolitana y Comisiones de los centros e instituciones todas de la capital andaluza.
El primero que entró en el Giralda fue el comandante de la provincia marítima, general Albacete, por haberle cedido el paso, en la escala tendida desde el muelle, el Duque de Veragua, que entró detrás luciendo el uniforme de almirante, y después el alcalde de Sevilla, D. Alfredo Heraso.
En la dorada caja que contenía los restos, sobre la tapa, se leía en letras grabadas: Aquí yacen los huesos de D. Cristóbal Colón, primer almirante y descubridor del Nuevo Mundo.- R. I. P. A., esta caja se hallaba colocada sobre los pliegues de una bandera española, precintada con lacre a uno de los mamparos de la embarcación, de modo que para sacarla hubo necesidad de hacer saltar el precinto con el cuchillo de un marinero.
El acto solemne del desembarco de los restos de Colón.
Estuvieron presentes en el acto el comandante del aviso Giralda, capitán de fragata, D. Rafael Rodríguez de la Vera; D. Elía Arias Salgado, teniente de navío; el Duque de Veragua, con el Toisón de Oro al cuello y luciendo la banda de Isabel la Católica; el alcalde, y el notario de la ciudad, don Adolfo Rodríguez de Palacio con dos de sus oficiales.
El Sr. Rodríguez de Vera hizo entrega al Duque de Veragua de la urna cineraria, transmitiéndola a su vez el descendiente de Colón, de un modo solemne al alcalde de Sevilla, para su custodia. La llave era bastante sencilla, enmohecida, y tenía pendiente de la anilla un brocatel de oro.
Además de las reliquias, entregó el Comandante del barco copia autorizada de todas las actas levantadas al trasladarse los restos de Colón en sus distintas épocas.
Estos documentos quedaron protocolizados en la notaría del Sr. Rodríguez Palacio, entregándose testimonio de ello al ayuntamiento.
Cuatro marinos fueron los encargados de conducir los restos desde la cámara del buque, hasta el armón de artillería, y formada la dotación del Giralda, se batió marcha, y a la voz del Comandante se dispararon cinco cañonazos.
Una vez en la plataforma de la escalinata los restos, el señor Arzobispo rezó un responso y se puso en marcha la comitiva.
Iban los restos y las coronas sobre un armón de artillería, y llevaban las cintas los generales conde de Peñaflor e Iriarte y los coroneles Iriarte y Parra.
La comitiva a su paso por la Lonja.
Interesante fotografía, donde se ven los edificios de la acera izquierda, todos desaparecidos ya, con motivo del ensanche de la calle Gran Capitán (Hoy avenida de la Constitución), y de la que ya les hablaré en otra ocasión.
Interesante fotografía, donde se ven los edificios de la acera izquierda, todos desaparecidos ya, con motivo del ensanche de la calle Gran Capitán (Hoy avenida de la Constitución), y de la que ya les hablaré en otra ocasión.
Abría la marcha una sección de Guardia Civil, a la que seguía la fuerza del batallón de Granada; después, varios religiosos carmelitas y franciscanos, manguillas parroquiales, gran número de acólitos, clero regular y párrocos, el cabildo catedral presidido por el señor Deán, Corporación municipal, Audiencia, Universidad, Cuerpo Consular, maestrantes, oficiales generales, y la presidencia, compuesta de los señores arzobispos, Marqués de Villapanés en representación de SS. MM., Duque de Veragua. Capitán general, Alcalde, Gobernador y general de Marina.
La calle del Gran Capitán estuvo totalmente invadida por un numeroso y escogido público, ya que en ambas aceras se colocaron sillas para ellos; los balcones estaban repletos y en ellos y en la calles se mezclaban todas las clases de la sociedad.
A las doce menos veinte minutos llegó a la puerta del Baptisterio el armón que conducía las cenizas del insigne navegante, siendo éstas recibidas por comisiones de los cabildos de la ciudad y metropolitano. La caja fue bajada del armón por cuatro marinos de la dotación del aviso Giralda, quienes la condujeron hasta el pie del túmulo que se alzaba en el crucero del Sagrario.
Allí fue entregada por los marinos a los peones de la basílica, quienes la subieron hasta colocarla en la parihuela tallada y dorada, que se emplea para la traslación de los cadáveres de los arzobispos.
La calle del Gran Capitán estuvo totalmente invadida por un numeroso y escogido público, ya que en ambas aceras se colocaron sillas para ellos; los balcones estaban repletos y en ellos y en la calles se mezclaban todas las clases de la sociedad.
A las doce menos veinte minutos llegó a la puerta del Baptisterio el armón que conducía las cenizas del insigne navegante, siendo éstas recibidas por comisiones de los cabildos de la ciudad y metropolitano. La caja fue bajada del armón por cuatro marinos de la dotación del aviso Giralda, quienes la condujeron hasta el pie del túmulo que se alzaba en el crucero del Sagrario.
Allí fue entregada por los marinos a los peones de la basílica, quienes la subieron hasta colocarla en la parihuela tallada y dorada, que se emplea para la traslación de los cadáveres de los arzobispos.
En el centro del crucero se elevaba un grandioso catafalco vestido de terciopelo negro ricamente bordado de oro, donde ocho soldados del regimiento de Granada daban guardia de honor a la derecha del túmulo.
después de cantada la vigilia se celebró la misa por el señor Deán, y la capilla de música interpretó la magníficas composición del maestro Eslava, conocida por la Misa Grande.
después de cantada la vigilia se celebró la misa por el señor Deán, y la capilla de música interpretó la magníficas composición del maestro Eslava, conocida por la Misa Grande.
Sepulcro provisional en el Panteón de Arzobispos.
En seguida, revestido de pontifical el Sr. Arzobispo, dio principio el solemne responso, que fue cantado asimismo a gran orquesta, y concluido, fueron bajados los restos por los peones de la Santa basílica, que lo condujeron colocado sobre un cojín de terciopelo rojo galoneado de oro, hasta la cripta, acompañándolos los Sres. Duques de Veragua, Marqués, Marqués de Villapanés, arzobispo Sr. Spínola, capitán general Sr. Ochando, capitán del puerto general Albacete, rector Sr. Moris y el notario Sr. Rodríguez de Palacio.
En representación del Cabildo catedral fue el Sr. Alarcón, y en el de la ciudad el alcalde-presidente Sr. Heraso.
En representación del Cabildo catedral fue el Sr. Alarcón, y en el de la ciudad el alcalde-presidente Sr. Heraso.
El Prelado rezó un responso ante los restos, dirigiendo también preces al Altísimo, por las víctimas de ambas guerras coloniales.
Al ser depositados los restos en el sepulcro, el cual no se había cerrado ni se cerrará, una vez que, en cuanto el mausoleo esté emplazado en lugar conveniente de la catedral, dentro de él habían de guardarse las cenizas; el Sr. Heraso hizo entrega de las llaves de la urna al Sr. Arzobispo, pronunciando frases patrióticas y sentidas, y el Sr. Spínola hizo depositario de aquella al Cabildo catedral.
En nombre de éste dio las gracias en un brevísimo discurso el Sr. Alarcón, jurando solemnemente cumplir con fidelidad el mandato del Sr. Arzobispo, custodiando los restos que le habían sido confiados.
En nombre de éste dio las gracias en un brevísimo discurso el Sr. Alarcón, jurando solemnemente cumplir con fidelidad el mandato del Sr. Arzobispo, custodiando los restos que le habían sido confiados.
El último responso, en el Panteón de Arzobispos, situado en la cripta del Sagrario, en el altar de la Virgen de la Granada, cuyo relieve que vemos en la imagen, obra de Andrea Della Robbia, se encuentra actualmente en la Capilla de Scalas.
El relieve de la Virgen de la Granada, en la Capilla de Scalas, de la que en breve publicaré una entrada.
Contra las poderosas razones que aconsejaban instalar el mausoleo del descubridor del Nuevo Mundo en la capilla de la Antigua, se desistió de ello porque el monumento original del escultor Arturo Mélida, no lograría en aquel sitio su artístico efecto, una vez que los heraldos que conducen lujosas andas, en cuyo interior se sepultará los restos, no lucirían en modo alguno en un espacio cerrado y limitado por una verja. Por estas razones prefería el Duque de Veragua, el emplazamiento de dicho mausoleo en la nave donde está el retablo de la Virgen del Reposo, frente a la capilla Real, en el cual el efecto pensaba que sería mejor. Al final se colocó delante de la puerta del Príncipe o de San Cristóbal, como ya verán en una próxima entrada que dedicaré a este sepulcro.Fuentes: Bibliografía y archivo particular.
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