Monumento a Fernando VII, en Sevilla.
Fernando VII.
La fecha más memorable en la historia de Fernando VII, es la de 31 de Diciembre de 1832.
Interesante como la más dramática novela es, la relación de la formidable lucha entablada en el Palacio Real desde Septiembre hasta Diciembre de aquel año entre el partido carlista, en aquellos momentos nacido, y la reina doña María Cristina. En el recinto del palacio de San Ildefonso se desenvolvieron las más infames asechanzas y las intrigas más arteras para lograr que el rey, moribundo, llegase a abolir la Pragmática sanción, como lo hizo el 17 de Septiembre, declarando, por consiguiente, heredero de la corona a su hermano D. Carlos. Se creía éste ya rey, gozaban en su triunfo los apóstoles del sangriento oscurantismo, se ahogaban en aquella atmósfera los sentimientos de piedad y dulzura de la Reina; caía de nuevo la nación en las negruras y horrores del despotismo...
Por fortuna, Dios quiso que el moribundo Rey recobrase la vida y la razón, que se hiciese cargo rápidamente de los bienes que para él y para la nación representaban las ideas de su esposa y el restablecimiento de los derechos de sus hijas, y entonces, con la clarividencia propia de quien ha visto la muerte a su lado y la siente aún en torno suyo, volvió Fernando sobre su acuerdo, y el último día de aquel año memorable reunió en su cámara al Arzobispo de Toledo, ministros, consejeros de Estado, de Indias y de Castilla, Grandes de España y títulos del Reino, diputados de las provincias exentas y otros personajes, y ante todos ellos mandó leer una declaración solemne: la de que al derogar tres meses antes en San Ildefonso la Pragmática sanción, destruyendo las leyes fundamentales de la Monarquía, había obrado sin conciencia y movido "por la turbación y la congoja".
En esta declaración se encuentra la clave de toda la azarosa historia de España en el siglo XIX. Para realizar aquella milagrosa transformación en el ánimo de Fernando VII bastó una cosa que todo lo puede: el amor de una mujer buena y de unas criaturas inocentes.
Restablecimiento de la pragmática sanción.
De autor anónimo, la estatua de Fernando VII se fundió en Madrid en 1830-1832. Muerto el rey, recorrerá un periplo intenso que demostraba que le quemaba al pueblo su sola visión. Durante el exilio a Francia de la reina María Cristina, pasó por el palacio de Malmaison, situado a siete millas y media de París, hasta que en el año 1861, por la venta de este palacio por Napoleón III, la reina envía la estatua a la residencia de su hija María Luisa Fernanda, en el Palacio de San Telmo. de Sevilla, donde a hurtadillas, se desencajonó para colocarla en sus jardines, sobre un pedestal con el escudo de España que mandó hacer la Infanta
Monumento a Fernando VII, en el Palacio de San Telmo.
Fotografía de Robertt Peteers Napper. 1864.
En 1868 pasó a los jardines de San Diego, hasta que la Infanta dona esos terrenos a la ciudad, y, en 1870 es trasladada la misma a la Glorieta de la Alameda Grande, donde permaneció hasta la entrada de la Segunda República que fue retirada y llevada la estatua, al antiguo Museo arqueológico, sito en el convento de Santa Clara, y donde permanece desde entonces adormilada y mutilada, a la sombra de la Torre de Don Fadrique.
¡Nadie la ha querido. Nadie la quiere.!
Estatua de Fernando VII en el parque Mª. Luisa.
Foto: Alejandro Guichot y Sierra.
Fuentes: Bibliografía y archivo particular.
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