Instituto de Maternología y Puericultura
(La Inclusa de Sevilla o Antigua Casa Cuna).
Vista aérea de la antigua Casa Cuna, allá por los años veinte.
Vista aérea de la antigua Casa Cuna, allá por los años veinte.
Un canónigo sevillano fue el iniciador de la fundación de esta Casa. Colocó una cuna el el Patio de los Naranjos de la Catedral y pronto una Junta de Damas comenzó a hacerse cargo de las criaturitas que allí se depositaban. Cuando ya el número de los niños abandonados al nacer y recogidos por esta Junta de Damas reclamó para su asistencia, para los cuidados mil de que se precisaban, una casa ad hoc, se estableció provisionalmente en la calle Amor de Dios, allá por el año 1612, pasando más tarde a la de Federico Castro, nº 13, que se conoció desde entonces popularmente con el nombre de calle Cuna.
El cardenal Almaraz bendiciendo la primera piedra colocada en la Huerta de San Jorge, donde se había de construir la nueva Casa de Expósitos. Febrero de 1914.
Deseosa la Diputación provincial de dotar a Sevilla de un edificio que respondiese cumplidamente, de una parte a la importancia que la piadosa institución benéfica reclamaba, y de otra al prestigio de la capital, construyó en 1916 una magnífica Casa destinada expresamente a este fin, en las afueras de la población, huerta llamada de San Jorge, en la avenida de Miraflores, y que es de la que les voy a hablar a continuación:
En la Inclusa de Sevilla, verdadero modelo de esta clase de establecimiento; si eran un matrimonio con ocio y sin ventura, con dinero, y suspiraban por un niño, éste era el sitio ideal.
Niños limpios, sanos, que daba gloria de verlos y de oírlos llorar un ratito. En 1932 disponían de ciento noventa y ocho criaturas, las mayores de las cuales no pasan de siete años, porque a partir de esa edad los pasaban al Hospicio provincial.
La República quitó el infame anonimato del torno, donde se depositaba un crío y echaba uno a correr. A partir de entonces el niño había de ser entregado por alguien. Los niños de la Inclusa de Sevilla, a diferencia de otros establecimientos, nunca estaban tristes, no tenían porque estarlo, puesto que eran criados y atendidos constantemente, en su totalidad, por sus propias madres.
La casa Cuna, del arquitecto Antonio Gómez Millán.
La primera piedra de este edificio fue colocada por S.S. M.M. los Reyes, el 11 de Febrero de 1914.
A la Inclusa de Sevilla se le llamaba así, por un arrastre de tradición verdaderamente fuera de lugar para este establecimiento, ya que la Inclusa de Sevilla no era tal Inclusa, y sí un soberbio, saludable y bien montado Instituto de Maternología y Puericultura, que contaba con un personal femenino que cuidaba de los acogidos, y que se les retribuía con 90 pesetas mensuales, (aparte el cuadro de médicos especialistas), y estaba compuesto por ochenta y seis mujeres, y quince Hermanas de la Caridad, pertenecientes a la Orden de San Vicente de Paúl, con su título de enfermeras, obtenidos en los exámenes oficiales de Carabanchel unas, y otras en Sevilla; veintidós eran niñeras, y cuarenta y nueve amas.
Coro general de lloros, de risas y de besos, a los que los incluseros de Sevilla estaban muy acostumbrados, pues la mayoría de ellos se pasaban el día en brazos de sus propias madres.
Dormitorio de hermanas.
De las amas y aún de las niñeras, con excepción de unas pocas, todas eran madres que tenían a sus hijitos en este Instituto. Así, pues, el acogido, en la generalidad de los casos, pasaba la vida en los brazos de su mamaita; ella le daba teta, ella se inclinaba sobre la cuna a la menor alarma por la salud de su rorro, y el internado de hijo y madre transcurría apacible y feliz.
Dormitorio de niños destetados.
Nueve mocosillos a la espera de unos padres, sin hijos.
A las madres lactantes no solo les rodeaba la limpieza y tranquilidad para ellas y para sus pequeños, sino que poseían una serie de garantías de puericultura envidiables, en ese aspecto, hasta para el hogar más pudiente, donde alguna vez la desidia podía ser la alcahueta de enfermedades que truncaban la vida alegre de los chiquillos.
Baños de niños (lactancia)
Desde sus columpios los chiquitines nos "comen" con los ojos.
Sus hijos y ellas eran vigilados por los médicos del establecimiento. La ciencia dedicaba en esta casa todos los días el tiempo preciso para no dejar de la mano asunto tan importante como era mantener madres nutritivas, y ciudadanitos gorditos y fuertes.
Los que no tenían madre, eran los hermanitos de leche de los que la tienen. Cuando con arreglo a la prescripción médica, una madre lactante que amamantaba a su hijo tenía leche suficiente para dos bebés, se le asignaba otros niño de los de "sin madre", y ella criaba al suyo y al otro. Esta doble crianza que, desde luego era voluntaria, era también retribuida. No hace falta torturarse mucho la imaginación para convencer a ustedes, que cuando, en estas condiciones, una madre cría a su hijo y al ajeno, acaba sintiéndose madre de ambos.
Sala de juntas del Patronato de Damas.
El presidente de la Diputación, el diputado visitador, Sr. López Macías, y la Superiora de la Casa Cuna.
S. A. la Infanta Doña Luisa, en la visita que hizo a este centro benéfico, en 1926.
Grupo de madres lactantes acogidas en este centro, y que habían sido agraciadas con cartillas del Monte de Piedad por la buena crianza de sus hijos. 1930.
Los Reyes Magos en la Casa Cuna donde fueron recibidos por un grupo de niños vestidos con trajes regionales. 1931.
Antes, muy antes, en el año 1612, que se fundó esta Casa-Cuna de Sevilla, no le costaba dinero al Estado. según un libro gordo y descomunal con letreros de colores en su portada, que es el Protocolo de la Casa Cuna, donde se explica su misión (que ayuda a comprender la pintura de una de sus hojas "figurando" una cama con tres cabezas de niños asomados por el embozo) y se registran las mandas que los ricos de la noble, heroica e invicta ciudad le dejaban.
En los años treinta seguía siendo invictos, peor no daban para niños ni un botón. La otra primera mitad está escrita a mano, con letras de rabitos y mayúsculas iluminadas. Algún capellán paciente debió echar sobre sí esta tarea de pasar en algo el tiempo. No sabemos si al ver el autor pendolista del libro, que las mandas se agotaban, se dijo: "¿para que vamos a seguir escribiendo?".
Este que veis aquí es el descomunal libro del "Protocolos de la Casa-Cuna" de Sevilla, escrito a mano allá por el año 1612 en pergamino, y donde se registran escrupulosamente los reglamentos, así como las mandas y toda clase de bienes que por entonces la Casa-Cuna poseía.
Ciento noventa niños diferenciados del resto feliz, eran más que bastante para lamentarlo. Pero nada era esta cifra si se comparaba con el contingente usual de otros años, afortunadamente lejanos. Fueron frecuentes los años de setecientos, quinientos incluseros. Se ve, pues, que se iba sentando la cabeza. Cierto que nunca se llegó a la sobriedad del año 1613, en que solo ingresaron sesenta niños.
Sin embargo, volvamos a consolarnos pensando en el año de "gracia" de 1855, que se depositó en la Inclusa de Sevilla mil ciento veinticuatro niños.
La Casa Cuna, en la actualidad.
Si haces clic sobre las imágenes, las puedes ver ampliadas.
- - * - -
Si os apetece y no tenéis mucho que hacer, me gustaría que vieseis una de mis primeras entradas de este blog -con errores propio de un novato en esta lides-, pero como siempre, escrito con el corazón. Se trata de la Inclusa de Madrid, donde la mayoría de los niños morían al poco tiempo de ingresar.
Por favor si deseas verlo, haz clic a continuación:
Había oído hablar de la Inclusa y casa cuna y siempre me la imaginaba como un lugar oscuro y tétrico.
ResponderEliminarHoy has cambiado mi percepción de ese lugar.
Besos
Muchas gracias, Isabel.
EliminarBesos.
Yo estuve en la casa cuna intentando desde 1981-1983 y tengo muchos recuerdos fuer increíble
EliminarMuchas gracias, por su visita y comentario, y si algún día te apetece contarnos algo de tu estancia allí, lo puedes hacer libremente.
EliminarHe leído la entrada que citas y me ha parecido estremecedora e impresionante. Muy lamentable.
ResponderEliminarBuenísimos datos los que aportas. Afortunadamente, parece que las cosas han cambiado a mejor. Los niños se merecen todo lo bueno y ser felices.
Como siempre, un excelente trabajo el que compartes. Un placer visitarte.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Amalia.
EliminarUn fuerte abrazo.
Pues muy grato ese cuidado para los niños en la Casa Cuna de Sevilla, nada que ver con el documento que expusiste en tu entrada de Madrid.
ResponderEliminarAl final los niños son los que siempre pagan los errores de los mayores en cualquiera de sus categorías, y por desgracia esto ha sido y seguirá siendo, porque parece que las cosas no cambian mucho.
Un estupendo reportaje el que nos ofreces Manuel, y como siempre un placer.
Un abrazo.
Muchas gracias, amiga.
EliminarUn fuerte abrazo.
Ciertamente interesante...
ResponderEliminarGracias, amigo.
EliminarUn abrazo.
Un lugar al que puedo ver que se trataban bien a los niños, me alegro de ello, pues fueron años que muchas mujeres tuvieron que abandonarlos ya que la sociedad no admitía a una mujer tener un hijo de soltera.
ResponderEliminarQue tengas un buen domingo.
Muchas gracias, Mari.
EliminarUn fuerte abrazo.
Amigo manuel, muy interesante tu crónica. Aprendemos muchísimos datos con tu persona. Los tiempos cambian para bien.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Goriot.
Gracias, tocayo.
EliminarUn abrazo.
Qué maravilla. Una auténtico ejemplo. Me ha parecido rarísimo que fueran las propias madres quienes cuidaban de sus hijos. Qué bien.
ResponderEliminarBesos, Manuel.
Gracias, Celia.
EliminarUn beso.
He leído tu anterior entrada y me ha producido escalofríos, nada comparable con la que nos has traído hoy. Los niños no sólo tiene derecho a ser bien alimentados y vestidos también es necesario que se les trate con cariño, que se les de amor si queremos que lleguen a ser hombres psicológicamente estables.
ResponderEliminarUna entrada en la que nos aportas muchos datos desconocidos, al menos para mi. Muy interesante Manuel.
Un abrazo
Gracias, amiga.
EliminarUn fuerte abrazo.
Por una vez veo uno de estos lugares, como un servicio de la sociedad, para hacer la vida más fácil y grata, no como un sitio tétrico donde hacer expiar los pecados a unos inocentes.
ResponderEliminarUn abrazo y buena semana.
Gracias, Alfred.
EliminarUn abrazo.
Um excelente trabalho com fotografias muito interessantes.
ResponderEliminarUm abraço e boa semana.
Andarilhar || Dedais de Francisco e Idalisa || Livros-Autografados
Gracias, Francisco.
EliminarBuen fin de semana.
¡Hola Manuel! Siempre oí hablar de la Inclusa de Sevilla, sobretodo por boca de mi madre. Creía que era sólo para niños huérfanos o abandonados, pero he leído que también los había con sus madres con los cuidaban allí. Me ha resultado muy interesante este reportaje. Gracias por compartir tus conocimientos.
ResponderEliminar¡Cuídate! ¡Te mando un cordial saludo!
Gracias, Ana.
EliminarUn abrazo.
Niños que no tienen culpa de los errores de sus mayores
ResponderEliminarBrindarles amor es de almas nobles
Cariños y buena semana
Gracias, Abu.
EliminarBesos, y buen fin de semana.
Que a gusto se han debido de sentir los niños en ese hogar, en el que seguro los recibían con tanto amor maternal :D beswos Manuel y mil gracias por compartir :*
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga Patty.
EliminarUn beso.
Manuel, es una entrada muy hermosa y emotiva. Ver a esos niño tan indefenso a la espera que alguien los de un poquito de atención, y cariño.
ResponderEliminarGracias amigo!Un grande abrazo.
Gracias, Cristina.
EliminarUn abrazo.
Hola Manuel. Que maravilloso trabajo. La foto de los guajes en los columpios es muy curiosa, están con carita de susto. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, Lola.
EliminarAbrazos.
Me resulta incomprensible que murieran, tantos niños en esa inclusa de Madrid. Desde luego, el contraste con la de Sevilla parece notorio.
ResponderEliminarRecuerdo los incluseros de hace sesenta años, cuando las monjas los llevaban al paseo, todos de mandilón, cabeza rapada al dos y de entre cuatro y seis años.
Buena información Manuel.
Salu2.
Gracias, Alfredo.
EliminarUn abrazo.
Qué gran historia la de la Inclusa de Sevilla, con todos sus vaivenes en que situaciones políticas pulverizaron su apoyo al anonimato y las elocuentes fotos.Como siempre Manuel, la considero un gran aporte a mi cultura.
ResponderEliminarGracias, Esteban.
EliminarUn abrazo.
Las cifras que aportas en la Inclusa de Madrid es aterradora, aunque claro también estamos hablando de hace muchos años. En cambio en la de Sevilla, perece ser que la historia era diferente. Por cierto lo de "Inclusa" creo que es una palabra que desapareció hace años. Pero efectivamente así se les llamaba en todos lados a las Casas de Cuna. La de Valencia también. Excelente como siempre te felicito.
ResponderEliminarAbrazo Manuel.
Gracias, Rafa.
Eliminar>Un abrao
No puedo entender como se morían en Madrid todos los niños que ingresaban en esa beneficencia, mal está que tuvieran que meter a dos niños en cada cuna, pero no creo que eso fuese el desencadenante de su muerte, más bien pienso en la poca higiene y el agua de los biberones que, a buen seguro, no hervían.
ResponderEliminarEn fin, como ejemplo de labor bien hecha es la de esa casa de Maternidad y Puericultura que nos muestras de Sevilla, todo un ejemplo a seguir y a mí me merece un gran respeto.
Permitir que las madres amamanten a sus propios hijos, es algo digno de elogio.
A todas esas personas que han contribuído a la crianza de esos niños, mis sinceras felicitaciones, aunque ya sea un poco tarde para recibirlas, pero su entrega y dedicación han dejado una profunda huella al salvar tantas vidas.
En cuanto a ese potaje... ¿te ha sobrado un poco? tengo que decirte que me encanta ¡lástima estemos tan lejos!
De todas formas, gracias por la intención, te quedo muy agradecida.
Cariños.
kasioles
Muchas gracias, amiga.
EliminarUn fuerte abrazo.
Buen relato Manuel sobre ese centro sevillano. Veo que alguno de los niños era cuidado por sus madres nos dices, estos quizás no estarían destinados a la adopción.
ResponderEliminarSaludos.
En Sevilla los que no tenían madre si, pero si llegaste a leer la entrada de Madrid, de tantos niños fallecidos tengo mis dudas, si no se comerciaba con ellos, como es público y notorio que ha sucedido en otros centros. Me extraña tal cantidad de niños muertos.
EliminarUn abrazo.
ES UNA ENTRADA MUY TRISTE.
ResponderEliminarABRAZOS
Gracias, Relti.
Eliminar(Un abrazo.
Parece un ejemplo modélico, comparada con la de Madrid. ¿Siguió siendo así durante la Guerra Civil? Los traumas de la niñez, son la sombra que nos persigue toda la vida. Magnífica entrada, Manuel. Ah, el 9 de marzo habrá otra cita con la poesía, lo anunciaré en mi blog. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, María José.
EliminarUn abrazo.
Hay que darle facilidades a la mujer que por distintas circunstnacias no pueden atender ni tienen poder económico para criar a estos niños...ellos no tienen culpa de nada y deben de tener los cuidados y el cariño que requiere.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias.
EliminarBesos.
Parece ejemplo de institución la inclusa sevillana. Y más se se la compara con la de Madrid, con tanta pérdida.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, amigo.
EliminarAbrazos.
Digno de elogio este centro de Sevilla Manuel, es admirable un lugar donde las madres puedan estar con sus hijos y a la vez pueda amamantar a algún bebe que no tiene a su mamá. He pasado a leer el de la inclusa de Madrid y me ha conmovido e indignado la situación por la que en aquellos años pasaron los niños y el alto nivel de fallecimientos, las fotos demuestran la cara y la cruz de las desigualdades sociales.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Muchas gracias, amiga Conchi.
EliminarUn beso.
Hola Manuel.No sabia que las madres que dejaban a sus hijos en una institución benéfica los pudieran amamantar ellas,y al mismo tiempo criar a otro niño huérfano.
ResponderEliminarLos nueve niños que están a la espera de ser adoptados se les ve muy gorditos y bien cuidados.
La inclusa de sevilla es todo un ejemplo de humanidad.
Lo incomprensible es el abandono de estos pobres niños
de la inclusa de Madrid.Que desesperadas debían estar las pobres mujeres para verse en la necesidad de llevar a sus hijitos a tal sitio.Es indignante saber que en una institución destinada a cuidar y salvar a los niños,se consienta tanta dejadez y falta de amor.Es de esperar y desear que en la actualidad sea todo muy diferente.
Un saludo cordial
Hola, Carmen, es que esas madres que ayudaban a la vez que colaboraban con el centro, eran personas muy pobres, y no tenía ni para cubrir las necesidades más básicas.
EliminarGracias por tu generoso comentario.
Un abrazo.
Muy muy muy interesante Manuel! qué tiempos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :)
Gracias, Gumer.
EliminarUn fuerte abrazo.
Mais um post incrível, com uma riqueza informativa extraordinária...
ResponderEliminarSempre um prazer imenso, aprender tanto, com cada um dos seus posts, Manuel!
Um grande abraço!
Ana
Muchas gracias, Ana.
EliminarUn fuerte abrazo.
Menos mal, Manuel, que leí este post antes de adentrarme por un momento en el horror de la Inclusa madrileña.
ResponderEliminarEsto es un ejemplo de que una misma idea se puede hacer bien o como el culo, y perdona la expresión, pero la Inclusa de Sevilla me reconcilia con las Instituciones, tan faltas a veces de empatía, sentido común y amor.
Lo que me temo es que era una hermosa excepción en la época.
He conocido muy de cerca los orfanatos de los años 50-60 y
nada que ver con lo que aquí cuentas, y ya no hablemos de los colegios del Auxilio Social, algún pariente cercano los sufrió, los niños pasaban hambre y eran tratados como tropa de la más baja condición.
Un hermoso y muy bien documentado e ilustrado reportaje, Manuel, gracias por mostrarlo.
Un beso,
Muchas gracias, Tesa.
EliminarUn beso.
Qué maravilla de trato y cariño!
ResponderEliminarMe encanta acercarme a tu espacio y conocer y saber de tantas cosas que con tanta precisión y coherencia expones.
Me acerqué a la entrada de la Inclusa madrileña.
Si a mí me dolió, no puedo ni imaginar lo que pasaron esas criaturas.
Un abrazo Manuel, y si, eres un encanto.
Gracias, Ángela.
ResponderEliminarAbrazos.
Me interesa mucho el tema de la inclusa de Sevilla, mi abuela materna nació el año 1902 en la calle cuna pero no sé el número de la vivienda. He buscado en internet el año que cerraron dicha inclusa y no lo encuentro. ¿Tú sabrías decírmelo?
ResponderEliminarPerdona, Lola, que no te haya respondido antes, pero es que no habías visto este comentario tuyo, hasta hoy.
EliminarYo también nací en la calle Cuna pero, esta calle no tiene nada que ver con la Casa Cuna, que cerró como tal, en 1990.
Un saludo.
Yo estube en la casa cuna desde el año 1972 al 1976,y la verdad tengo buenos recuerdos de esa etapa de mi vida.
ResponderEliminarEntré con seis años y salí con diez,alli eche buenos amigos que al día de hoy sigo en contacto con algunos de ellos
Yo también estuve en la casa cuna del 75 al 76 (tenia cuatro/cinco años) así que coincidimos seguro. Después me llevaron a la residencia femenina Carrero Blanco un año más. Hasta que mis abuelos me "rescataron".
EliminarDe la casa cuna tengo pocos recuerdos pero los que tengo son mucho más amables de los que recuerdo de la otra institución.
Una parte de mi vida que me marcó.
Muchas gracias a los dos, por vuestra visita y comentarios, y por compartir con todos, vuestras vivencias.
EliminarSaludos cordiales.
Me alegro muchísimo que le haya traído buenos recuerdos, así como que aún conserve a buenos amigos de su infancia. Eso es muy bonito.
ResponderEliminarGracias por su comentario y visita.
Saludos.
Hola Manuel, yo estuve en la casa cuna desde 1969 a 1978, entre con 9 meses de vida y la verdad es quee gustaría repetir, e dejado mucho amor recuerdos y felicidad en mi casa cuna, ahora tengo 51 años 3 hijos y dos nietas y una esposa muy buena le doy lo q me enseñaron en la casa cuna, amor respeto y disciplina.
ResponderEliminarMuy bonito lo que cuentas, Rafael, y me alegro muchísimo por esa familia que habéis creado tu esposa y tu, basado en esos importante valores que con tanto amor recibiste en este centro, y de que los hayas pasado a tus hijos, cosa muy importante, ya que hoy esto de los valores es un bien escaso.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo para toda la familia, y os deseo de corazón que seáis muy felices.
Muy bonito todo! Pero yo estuve internado 12 años en la casa cuna , a cargo de sor mariana y sor Micaela .... y realmente hubo más cosas ... muchas más ! Y todas preciosas y enternecedoras ... pero el final fue un desastre que jamás debió ocurrir .
ResponderEliminarPerdona que no te haya respondido antes, pero no había visto tu comentario.
EliminarY siento que al final las cosas no te fueran bien.
Un cordial saludo, y gracias por tu visita y comentario.
Yo y mis hermanos vivimos allí en 1981 hasta el 83 creo. Yo era un bebé y solo recuerdo las cunas y grandes ventanas. Pero la mujer que nos cuidó 13 años nos contó que allí nos lavaban con productos químicos muy fuertes y por eso teníamos el pelo corto y quemado. Y que muchos bebés morían porque no daban a bastó con tantos. Pero repito,yo no recuerdo nada y salimos los tres vivos de allí
ResponderEliminarMuchas gracias, Loli, y es normal que siendo un bebé, entonces, no te acuerdes de nada, quizás, eso haya sido bueno para ti; ya que lo verdaderamente importante fue, que sobreviviste a esa difícil etapa, donde tu vida, por ser tan pequeña, dependía de los demás, y aún así, lo conseguiste, así, que ahora a disfrutar de los buenos momentos de la vida, a procurar ser feliz, y a vivir en paz, que es todo lo mejor que te puedo desear.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Bueno se supone que estábamos bien cuidados ¿ Por qué no iba a sobrevivir?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Eliminar