El testamento, de Lora del Río (Sevilla)

El "Testamento de Lora del Río".

Bonito pueblo este de Lora del Río, de donde era vecino el hombre cuyas disposiciones testamentarias, comenzaron a cantar en romance todos los ciegos, que iban por estos caminos andaluces:

De madrugada, caminando por Abril,

murió Cepeda, el de Lora,

dejando dineros mil.

Si lector, allí había muerto Natalio Cepeda Naranjo, y sus deseos poco después, comenzaron a cumplirse. El se fue al viaje del que nunca se vuelve; pero ahí dejó su testamento, que al hacerse público, produjo un efecto sensacional.

Y Cepeda, si pudiera hablar, repetiría, con la socarronería cazurra de que hacía gala a diario en la barbería de Frasquito Olivares:
- Lo veis ustedes ¡ya decía yo que mi testamento sería muy sonadísimo!...

EL TESTAMENTO.

Natalio Cepeda Naranjo, con su atavío campero de tonos grises, su sombrero ancho, su vara alta y su jaca castaña, era el prototipo del agricultor acomodado de Andalucía. Se levantaba con el alba, visitaba sus cortijos, regresaba al lugar con los calores del mediodía, almorzaba fuerte, y después se apoltronaba en los anchos divanes del casino, para hablar de política, de toros, de cosechas...

Hombre de genio fuerte, incapaz de aguantar una contrariedad, vivía solo en su casona de la calle del Gran Capitán, número 23.

Nada quería con nadie que llevara su apellido. Veía a los parientes por las callejas loreñas y cambiaba de acera en el acto...

A la caída de la tarde se metía en la cama y dormía hasta la media noche; a las doce en punto se despertaba y pedía la cena que le entraba a la alcoba Ana Valderrama, mujer de uno de sus aperadores, Antonio Garrido, única persona que en la casa quedaba con el amo.

Y así vivió Natalio Cepeda Naranjo, sesenta y tres años, siempre enfurruñado, falto de afectos que su genio no supo crearse... Tan solo toleraba a Miguelito Nieto Aguilar, oficial del Registro de la Propiedad, que se ocupaba de sus asuntos.

El día 12 de Abril de 1934, de madrugada, una antigua angina de pecho torció la firme voluntad del hosco agricultor andaluz de no morirse nunca.

El fallecimiento de Cepeda fue motivo de curiosidad, y el comentario era único.

- ¿Quién heredará a Natalio?

El notario don Gonzalo Serrano, muestra el testamento de Cepeda.

Bien pronto salieron de dudas, Miguelito Nieto Aguilar fue requerido por el notario don Gonzalo Serra y Mora, quien, dos horas después de morir Cepeda, leía al oficial del Registro la disposición testamentaria de aquel hombre.

El testamento decía así, en su parte más interesante:

"Careciendo, como carece de herederos forzosos, instituye y nombra herederos a los cónyuges que compongan los cuatro matrimonios más pobres que haya en esta villa al tiempo de su muerte, y que tengan cuatro o más hijos, y sean naturales dichos cónyuges de Lora del Río; siendo "condición" que no tengan parentesco con el testador hasta el décimo grado civil inclusive", y tengan la edad de veintiséis  a treinta y dos años, o en su defecto de veintiocho a treinta y cuatro. La designación de dichas personas se hará a petición de las que lo soliciten por el juzgado de primera instancia de este partido, después de tres meses de su fallecimiento, y dentro de los seis, y caso de haber más de cuatro matrimonios aspirantes, el juzgado resolverá en favor de los que tengan mayor número de hijos.

El albacea testamentario Miguel Nieto, con su mujer y sus hijos.

"Nombra contador-partidor y albacea a don Miguel Nieto Aguilar, vecino de esta villa, pues prohíbe la intervención judicial fuera de lo expresado, dispone que dicho señor forme un inventario, atienda al pago de gastos urgentes y al impuesto de derechos reales con el metálico que pueda haber, frutos o muebles que pueda vender al efecto y cuyo albacea dispondrá lo relativo a su entierro y sufragio. Si por cualquier caso no se llevase a efecto la institución de herederos establecida en la clausula tercera, no pasará su herencia  a los herederos abintestato, sino que se entenderá instituido heredero el hospital de esta villa, y, en su defecto, al hospital de esta provincia, donde reciben asistencia los enfermos de esta localidad...
Continúa diciendo don Jesús Quilez Vicente, autor de este artículo, que: ¡Para que detallarte, lector, la conmoción que entre la pobretería de Lora del Río, causó el testamento de Natalio Cepeda!... Todos los matrimonios con hijos se aprestaron a luchar por la herencia; todos hacían un recuento de los chaveas que trajeron a este mundo, de los años que tenían, de si en sus antecesores había alguna línea de consanguinidad con el difunto...

Un matrimonio de Lora del Río, que tenía doce hijos, y que no podía aspirar a la famosa herencia.

Natalio Cepeda, dejó en crédito de toda solvencia y en buenos cortijos, más de ciento veinte mil duros...
En esa tarde de Abril, sobre la azoteilla del casino de Lora, Niguel Nieto Aguilar, me decía, con resignación, pero dolorido:
- ¡Ya uté ve; después de veinte años de no tené que agradeserle ná, me deja el encargo de repartir su biene....Trabajo de un par de años, a mi que tengo cinco lebrele a quien dá de comé do veses tos los días... Una bromita que me ha reservao el bueno de Natalio...

Esta mujer y estos niños, vecinos de Lora del Río, eran la viuda y los hijos de un hombre que se suicidó, porque no podía mantener a su familia.

-¿Que si era raro? -exclamó el oficial del Registro-, Mire usté: Cepeda, al hasé el testamento y preguntarle er notario que clase de entierro quería, como no era hombre de muy arraigada creencia, afirmó:

-" A mi que me arrastre hasta er sementerio, la mejó yunta de mulo, de mi casa....

- Ahora verá uté la que va a organizarse en er pueblo. Ya sé de dose o quinse matrimonios que sacan papele y sertificado y partías para concursad... Me van a enserrá en un manicomio!...

Casado y con ocho hijos, de los cuales tiene a uno en brazos, ese hombre, por ser lejano pariente del testador, no podía heredarlo.

Tampoco este matrimonio pobre y cargado de hijos, podía disfrutar del dinero de Cepeda, ya que eran más viejos de lo que exigía el testamento.

"¡NO NOS QUERÍA, "SEÑÓ, NO NOS QUERÍA!"

Continua el Sr. Quilez Vicente diciendo: He llegado a la casona del difunto Cepeda... Junto al brocal del pozo, que está en el centro del patinillo, sorprendo a Ana Valderrama, mujer que soportó las genialidades de Natalio Cepeda naranjo, durante más de veinte años. Es mujer fuerte, sana, que al saber lo que vamos buscando, recuerda con dolor el olvido del amo, y exclama:
- ¡Señó, que le servimos veinte años, mi marío y mi hijo, y nos ha dejado en metá der arroyo!... Jamá no dió dinero:
- Bastante hago con daro de comé... ¿que farta os hace er dinero? -nos decía. "Ya cobraréis, todo yegará..."
- Y to se perdió... ¡No nos quería, señó, no nos tenía ley!.

Una calle de Lora del Río.

LAS HERMANITAS DEL HOSPITAL.

En el patio, entre macizos de flores, el agua de una fuente canta a la noche que llega aromada de la sierra... Los enfermos se retiraron, y las monjas cuchichean, un tanto escandalizadas ante los deseos informativos del reportero, que quiere retratarlas a todas...

- ¿Pero es cierto que Natalio deja a este hospital su dinero, si no hay matrimonios que estén dentro de las cláusulas del testamento? -pregunta una monjita joven..

 -Así es- Contestó.

- Una servidora es hermana, señor -dice la religiosa-, bajando humildemente los ojos.

- Lea nuestro testamento, y comienzo a leérselo.

Las monjas van cerrando el círculo en derredor mío.

Su alegría es muy grande.

Una de ellas, sin poderse contener, exclama:

- Que bien; así reformaremos la casa, y no tendremos que dormir con los paraguas abiertos cuando llueve...

Fuentes: Biliografía y archivo particular.

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