lunes, 20 de octubre de 2025

Fotos y postales antiguas de Albaida del Aljarafe (Sevilla)

 
Albaida del Aljarafe (Sevilla)
Albaida del Aljarafe se encuentra situada en el norte de la meseta de su nombre, allí donde el borde de la misma se vierte hacia el río Guadiamar, que riega sus aledaños, siendo su término municipal de los más pequeños de la provincia.
Al igual que Sanlúcar la Mayor, que es su cabeza de partido, Albaida fue fundada por los turdetanos, con el nombre de Kaelia, y cuyo municipio aparece poblado desde sus más remotos orígenes, siendo considerado como el más antiguo de la comarca aljarafeña.
Durante la dominación romana no solo constituyó el centro de todo aquel fructífero y comercial territorio, sino que llegó incluso a acuñar moneda autónoma, con bustos de emperadores, en el anverso, y atributos de la agricultura, en el reverso; existiendo ocho series, de las cuales se conservan algunos ejemplares en distintas colecciones y museos; además de diversos restos de origen romano, que fueron hallados también en la llamada "Fuente de Archena".
De la dominación musulmana, le viene el nombre de Al-bayda, que significa "La Blanca", época, de la que también se han encontrado restos arqueológicos en la conocida por "Fuente Salobre". Esta época islámica llegó hasta el año 1246, cuando el Maestre de la Orden de Santiago Pelayo Pérez Correa conquista Albaida para el Rey Fernando III, el Santo. A la muerte de éste, el municipio es entregado a su hijo Alfonso X, el Sabio, que a la vez lo delega a su hermano Don Fadrique.
En 1302,  el deán de la Catedral de Sevilla Aparicio Sánchez, concede carta-puebla a los pobladores de Albaida.
Torre Mocha. Ángulo suroeste.
En la parte norte del pueblo, se encuentra la llamada "Torre Mocha", atalaya militar, construida en el siglo XIII, por el infante don Fadrique, para vigilar los alrededores, según reza en la aún legible inscripción: El Infante Don Fadrique mandó facer esta torre.
Acceso a la fortaleza Torre Mocha.
En la época de Juan II, Albaida paso a pertenecer al Cabildo Eclesiástico de Sevilla, que ejerció el señorío sobre la misma hasta el año 1578, en que es vendida al Conde Duque de Olivares.
Torre, de Nuestra Señora de a Asunción.
De estilo neoclásico, fue edificado a finales del siglo XVIII, sobre otro que había sido destruido en ese mismo siglo.
Ayuntamiento, en Plaza José Antonio.
La Capilla de Cristo Rey.
Pormenor, de la calle Ambrosio Lorenzo López. (calle principal)
Otra perspectiva de la calle principal.
Perspectiva de la calle General Franco.

Fuentes: Bibliografía y archivo particular. Protegido por derechos de autor.

Fotografías recientes, tomadas el 27 de Septiembre de 2025.

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viernes, 10 de octubre de 2025

La iluminación de la Exposición Iberoamericana, de Sevilla.


Las noches románticas, durante la Exposición Iberoamericana, de 1929, en Sevilla.
Cuadro de la Plaza de América, pintado por el ilustre pintor catalán, D. Andrés Gil.
Con sus palmeras luminosas a las que unos potentes proyectores invisibles, instalados en los parterres, reflejaban en sus ramas las más diversas y atrevidas gamas de colores, y en el centro el surtidor que figuraba en el gran estanque central que presidía estos bellos jardines de la Plaza de América, cuajados de maravillas de azulejos combinados con las plantas y flores en cantidad y arte tal, que convertían aquel prodigioso parque en un lugar de leyenda y ensueño.
La Giralda de Sevilla lucía el esplendor de su iluminación, como excelso anuncio de su certamen Iberoamericano, que trazaba e irradiaba para toda España, nueva era de cosmopolitismo y pujanza.
La Exposición de Sevilla, desde su inauguración, tan atractiva por tantos motivos, pretendió serlo aún más por sus fiestas nocturnas, que fueron características y puede decirse que únicas.
Hasta entonces, fueron pocos los grandes certámenes internacionales que habían podido ofrecer, fiestas de ese género a sus visitantes.
El clima plácido de la espléndida capital andaluza, hizo posible, lo que no fue en otros lugares famosos por sus exposiciones; ningunas de ellas, por otra parte, pudo tener el encanto suavemente misterioso de las románticas noches sevillanas; el triunfo cosmopolita de la Exposición, iluminada profusamente, contrastaba con las tonalidades, mejor los matices de claroscuro, de aguafuerte, de las callejas sevillanas, en cuyas rejas se decían amores entre rosas, albahacas y claveles, y en cuyos patios sonaban las dolientes coplas del cante jondo, y los cantares que salen de lo más profundo del alma.
Aspecto fantástico de la Plaza de España, en la noches de la Exposición.
Técnicos muy duchos en la utilización de la electricidad para producir fantásticos efectos de luz, encontraron en la fantasía misma de los edificios, de la Plaza de España, del centro histórico y en todos los lugares de la Exposición, el más apropiado lugar para la realización de sus ensueños artísticos. Los planos y las líneas de los bellos edificios, parecían acusándose con rudos contrastes de sombra y luz, igualmente bellos; pero con una belleza distinta, y cada hora tuvo en Sevilla y en su bella Exposición, su encanto particular.
Otra perspectiva de la Plaza de España.
El Pabellón Real, parece elevarse sobre las líneas de sus arcos, con sus copetes luminosos.
El Pabellón de Arte Antiguo iluminado y reflejándose en las aguas de la fuente.
Sobre la Plaza de España se yerguen, como antorchas de luz, las dos torres gallardas.
La avenida de la Raza, durante la Exposición.
Como estarán viendo en estas imágenes de la Exposición del 29, en sus noches festivas fue una explosión de luz donde la electricidad y las recientes tecnologías, causaron fuerte impacto en aquel público, que aún tenía en sus pupilas la reverberación de las lámparas de gas.
La forma de iluminación estuvo resuelta, a base de colocar guirnaldas de luces en las aristas de los edificios, los árboles, la barandilla de la fuente, etc., consiguiendo así una iluminación completa del ámbito, al no poderse realizar con potentes focos directos, a causa de la poca potencia que entonces llevaba el fluido eléctrico.
La Torre del Oro, iluminada durante la Exposición.
La capilla del Carmen, alegría de Triana.


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