Atentados contra el Rey.

ALFONSO XIII.

París 2 de Junio 1905

El Rey en el palco saludando a la bandera francesa.

Terminada la representación de la ópera Sansón y Dalila, y repetidas las aclamaciones que a su llegada al teatro se tributaron a don Alfonso XIII, este subió al carruaje en compañía del Presidente de la República M. Loubet para dirigirse al Ministerio de Negocios Extranjeros donde se hospedaba, no bien dejó el coche la hermosa avenida de la ópera y entró en la calle Rívoli, fue arrojada al paso del vehículo una bomba anarquista, que hizo explosión,  no causando daños afortunadamente a los dos Jefes de Estado, que demostraron gran presencia de ánimo ante el peligro que habían sufrido e inmediatamente supieron imponerse a las condiciones en que se hallaban.

La bomba estaba cargada con abundante metralla, que hirió a un oficial de la escolta, a algunos soldados y caballos de ésta y a varios transeúntes, llegando en total a 15 el número de personas heridas.

Alfonso XIII a la puerta de Notre Dame en su visita oficial a París.

- - -

Tras la explosión la confusión fue terrible. Varios caballos heridos cayeron rudamente al suelo, y el que montaba un guardia que iba inmediatamente detrás del coche del rey y de Loubet cayó en la acera muerto. Los caballos que iban detrás se desmandaron y encabritaron, y algunos cayeron también, sufriendo lesiones los animales y los jinetes. La multitud que los aclamaba con frenesí, se dirigió hacía la esquina, en donde un jovenzuelo de 18 años de edad, de aspecto insignificante, pugnaba por desasirse de las gentes que indignadas le acometían  gritando "¡Asesino anarquista!", a la vez que le golpeaban, destrozándole el traje. El joven, que tenía la cara ensangrentada, hubiera sucumbido seguramente sin la llegada de la guardia, que logró contener a la multitud.

 

Imagen tomada a los pocos instantes del atentado

contra Alfonso XIII. Blanco y Negro.

- - * - -

Madrid 31 de Mayo de 1906

BODA REAL, 31 DE MAYO DE 1906.

SS.MM. Don Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg.

Breve resumen de la Boda, ya que más adelante publicaré un especial de la misma con todo lujo de detalles.

- - -

Bajo palio, con toda la pompa ceremonial y a los acordes de la marcha real inglesa, hicieron su entrada. Un murmullo de aplausos se alzó de todos los ámbitos del templo al ver tanta hermosura, tanta gentileza, tanta juventud y tanta gracia reunidas en la conmovida desposada. Del coro caían las graves notas del himno inglés  "Dios salve a la reina" oídas sin espanto  por los obispo españoles que llevaban el palio.

El cardenal arzobispo de Toledo, fue el ministro que impuso a los reyes el Sacramento. Antes de contestar a la pregunta del prelado si se recibían por esposos, los novios besaron a sus respectivas madres, pidiéndoles su autorización.

Arrodillados ante un solo reclinatorio delante del altar, oyeron los esposos la misa de velaciones. Cuando quitaron de los hombros de los desposados el yugo de tisú, y del brazo fueron hacía el trono, rompió la etiqueta un aplauso que partía de la tribuna de los príncipes.

La comitiva comenzó a evacuar el templo con el mismo orden que a su llegada. Del brazo salieron los reyes, manifestando una alegría y satisfacción indecible.

El cortejo nupcial, encabezado por los Reyes de España, abandona la iglesia de Los Jerónimos tras haberse celebrado el enlace matrimonial. A continuación toda la pompa añeja y tradicional desfilaba en las pesadas carrozas del tiempo viejo, llevando dentro la juventud y la esperanza.  Publicado en "El Liberal".

El desfile de la comitiva regia después de celebrada la boda.

- - -

A las dos y diez minutos de la tarde, el público, que llevaba largo tiempo aguardando al final de la calle Mayor se removió impaciente. Habían pasado casi todos los carruajes, y la pompa palatina admiraba  a la multitud. Y de pronto sonó un grito "¡Los reyes! ¡Ahí están!".

Los tordos soberbios que arrastraban el coche de los reyes pasaron por el cruce de la calle San Nicolás, y al llegar el tiro delantero frente a la embajada de Italia, se vio caer un ramo de flores que había arrojado un individuo desde un balcón de la casa número 88 y en seguida, al chocar el ramo en el pavimento, se oyó una tremenda detonación.

Instante en que la bomba hace explosión al paso de la carroza real en la calle Mayor de Madrid.

- - -

Hubo unos segundos de estupor; el terror se apoderó de todos. Pero este pánico que inmovilizaba a la multitud, que la petrificaba,  se convirtió inmediatamente en el terror loco que arrastra a las muchedumbres a la huida. Se rompieron las filas de soldados, y una masa de personas se precipitó por las bocacalles.

"¡Una bomba! ¡Han tirado una bomba! ¡Hay muchos muertos!".

En el suelo había tres cadáveres: un soldado sin pies, con el pecho hendido, un palafranero convertido en un montón de carne sangrienta, un guardia con la cabeza.......

Los soldados de la escolta, rabiosos, temblando de emoción e ira, galopaban, revolviendo los caballos, agitando los sables, si oír las voces de sus jefes, gritando ellos también palabras sin sentido.....

Un caballo yace desjarretado en mitad de la calle tras la explosión.

- - -

Los caballos de la carroza fueron desenganchados. Miles de personas acudían corriendo, dando estentóreos vivas a los reyes. Los heridos empezaron a ser auxiliados. Se les transportaba a la capitanía, a la farmacia militar, a las casas de socorro. La Cruz Roja prestaba servicios excelentes. Los soldados y los camilleros eran ayudados por la multitud. Muchos vecinos, gritando desde los balcones, ofrecían sus casas. . . . 

En el momento que estalló la bomba. El señor Alvarez de Toledo dice que vio una especie de fogonazo y que, al mismo tiempo, una detonación horrible le ensordeció. El caballo del tronco se desplomó sin vida, y el suyo, relinchando, comenzó a dar botes tremendos (...).

El caballerizo sintió un choque en el pie y un golpe en la mejilla. Cuando se acercó a la carroza, la reina, que tenía los ojos llenos de lágrimas, no le dejó hablar. "Antes que nosotros, ocúpese usted de sí mismo. Está usted herido". Pero, ¡y vuestras majestades? ¿ha sido vuestra majestad herido, señor?". Y el rey, que conoce desde su infancia al caballerizo, le interrumpió cariñosamente: "menos conversación y vete a curar, que lo necesitas".

La marcha, desde la embajada de Italia a Palacio, fue verdaderamente triunfal. Las damas, llorando, aclamaban a los reyes. Los hombres aplaudían y gritaban: "¡Mueran los asesinos!". 

Arriba en el círculo, lugar desde donde fue lanzada la bomba.

Publicado por "EL LIBERAL" 1 de Junio de 1906.

Jefes y oficiales del regimiento de Infantería Wad-Ras, que cubría la carrera en el lugar de la explosión.

S. M. el Rey pasando por delante de la casa nº 88, de la calle Mayor, desde uno de cuyos balcones realizó el anarquista Morral, su horrible atentado el 31 de mayo de 1906.

- - -

EL ANARQUISTA MATEO MORRAL

En el expreso de Barcelona, que arribó en la estación de Mediodía (Madrid) a las 11,30 del día 21 de Mayo; un viajero procedente de la Ciudad Condal, que, obedeciendo a requerimientos y ofertas de un calesero de los que allí prestan servicio, fue a parar al Hotel Iberia de la calle del Arenal.

Tomó una habitación interior, ajustándola con la dueña en la cantidad de 20 pesetas diarias, con asistencia. Abonó tres días por anticipado entregando un billete de 500 pesetas. La `propietaria le pidió una tarjeta para inscribir su nombre en el libro de registro, a lo que dijo el recién llegado: "no tengo más que una; pero va usted a saber lo que desea" y en un pedacito de papel escribió: "Mateo Morral, de 26 años, soltero, natural de Barcelona y fabricante de profesión".

Por aquellos días se publicaba en El imparcial un anuncio de la casa de viajeros establecida en la calle Mayor, número 88, piso cuarto de la derecha. Y en la tarde del 22 se presentó allí  Mateo Morral, quien mostrándose complacido, la reservó por cinco duros diarios, sin asistencia, la habitación mejor de la casa con balcón sobre la citada calle.

El día 24 abandonó el hotel y se estableció en la casa de viajeros; manifestó a la dueña doña Ana Alvarez Brabander que sentía verdadera debilidad por las flores y le encargó que comprase ramos y los pusiese en algún jarrón o vasija. Estas flores se marchitaron y el miércoles los renovó colocando las flores en un puchero  de bastante fondo que encontró a mano la hostelera.

Morral sorprendió a todos al presentarse con un flamante sombrero de paja de los llamados Panamá, y preguntó a los dueños del hospedaje si pensaban adornar los balcones, a lo que estos contestaron afirmativamente, diciendo que pondrían las colgaduras.

"Pongan, además, unas guirnaldas de flores y unas banderas españolas e inglesas, y de mi cuenta corren los gastos" agregó el rumboso viajero. Y a reglón seguido añadió: "Pero adornen los dos balcones, no solo el mio, de ese modo, porque si no resultará muy mal el conjunto". Todo se hizo a su voluntad.

El día 31 se levanto por la mañana a eso de la diez, manifestando que había pasado muy mala noche, y pidiendo que le llevasen bicarbonato Lo tomó y rogó a la criada que entornase bien las persianas y que no le molestasen bajo ningún pretexto, porque quería descansar. Se cree que aprovechó esas últimas horas para la fabricación de la bomba en el puchero, ya que dicho ramo desapareció lo mismo que el forastero.

Mateo Morral, meses antes y a la derecha montaje de su aspecto

al morir realizado por la revista "Nuevo Mundo" 7 de Junio de 1906.

- - -

El anarquista Morral llegó a la venta llamada de "Los Jaraíces", junto a Torrejón de Ardoz, vestido con traje azul completamente nuevo, como de obrero mecánico; con bigote recortado y dos dedos de la mano atados con trapos.

Se encontraba la mujer del ventero sola y el desconocido preguntó si podía hacer una tortilla francesa, la ventera respondió que si, y se dirigió en busca de su marido que estaba arreglando una noria. Le manifestó que acababa de llegar un hombre y que su cara coincidía con la que habían publicado los periódicos acerca del autos del atentado.

El ventero llamado Jenaro Chamorro, mando a la mujer que le sirviese; echó una ojeada al sospechoso y convencido de la sospecha de su mujer, montó en su mula y se dirigió a Torrejon, con la excusa de herrar a la mula, y con la intención de dar parte a la autoridad.

A la venta llegaron dos trabajadores y un guarda rural llamado Fructuosos Vega. Pronto concibió éste las mismas sospechas que el ventero, y acabó por dirigirse al desconocido requiriéndole para que le acompañase al pueblo con objeto de acreditarse allí su personalidad ante la autoridad competente.

El anarquista no opuso la menor resistencia: se levantó y se fue con el guarda; pero no había andado más que cincuenta metros cuando, sin que mediase palabra alguna, el anarquista se volvió repentinamente contra Vega e hizo fuego sobre él con una pistola Browich, dejándole muerto. A poca distancia del cadáver, el anarquista dirigió el cañón del arma contra su propio pecho y se suicidó.

- - * - -

Madrid 13 de Abril de 1913

Terminada la brillante fiesta militar, el rey, seguido de su Estado Mayor, emprendió el regreso a Palacio, a la una y veinticinco minutos. El monarca marchaba al paso de su caballo y entre cuatro jefes de su Cuarto militar. A la una y treinta y cinco minutos entraba el monarca en la calle de Alcalá, siempre al paso, y siempre también entre las más vivas simpatías del público. De pronto, cuando el rey cruzaba por delante de la casa número 48 de la citada calle, un individuo que se hallaba entre las gentes se adelantó rápidamente y, dirigiéndose hacía la rienda izquierda de la cabalgadura, disparó dos tiros de revolver sobre D. Alfonso.

La comitiva Real, comandada por Alfonso XIII, sigue su camino después del atentado. Detrás de los caballos el forcejeo del público con el autor del incidente.

Apenas hizo el criminal los dos primeros disparos, se lanzó sobre él un hombre y ambos lucharon y cayeron a tierra. Era el agente de policía Sr. Guijarro, que, al darse cuenta de la agresión se asió al anarquista cuando se disponía disparar nuevamente.

Ya en el suelo ambos, se oyó la tercera detonación, y el proyectil alcanzó al agente en el muslo. Tras grandes esfuerzos y con ayuda del público ya repuesto se consiguió detener al agresor.

El anarquista Rafael Sancho Alegre.

El criminal manifestó llamarse Rafael Sancho Alegre, tener 25 años y ser natural de Barcelona, desde donde vino a Madrid hace más de un mes. Entre los documentos encontrados al anarquista figura la siguiente carta dirigida a su mujer: "Mi compañera Rosa: Esta es la última carta que te escribo. Ya no volverás a hablar más conmigo. Tu eres la autora moral de mi hecho. Si me hubieras mandado lo pedido, yo ni habría hecho el atentado, por el cual, y después de esto, me fusilarán, y tu siempre serás la mujer de un regicida. Cuando recibas esta se habrá verificado el regicidio.

Salud y anarquía. Tu compañero Rafael Sancho".

Rafael que no tiene el tipo repulsivo de un criminal, todo lo contrario es una persona simpática.A las preguntas que se le dirigían contestaba con una tranquilidad absoluta. No se le advierte acento catalán alguno,.... Seguidamente fue colocado ante una máquina fotográfica. "Separadme el pelo", dijo con un cinismo inconcebible, "que no quiero que me saquen feo". Como se hallaba en mangas de camisa, un fotógrafo le ofreció su americana. El la aceptó diciendo: "En efecto si se publicara mi retrato con la ropa destrozada, se conseguiría un efecto contraproducente". "EL IMPARCIAL" 14 de Abril de 1913.

Si desea ver otros temas relacionados con Alfonso XIII, por favor haga clic: AQUÍ.