La primitiva Playa de Matalascañas.
A legua y media del Palacio que posee el duque de Tarifa en el Coto de Doñana, a seis de Villamanrique de la Condesa, a cinco de Sanlúcar de Barrameda y a poco más de dos leguas de Almonte, existía una playa, de muy pocos conocida, pero muy interesante por su posición y originalidad.
A ella se llegaba por inmenso y dilatados desiertos de arenales, y por ignorados caminos, pues los que un día se abrieron por el arenal, el viento los borró en la noche.
Se caminaba en carros, carretas y sobre cabalgaduras, y, si se quisiera, mejor en aeroplano, pues ni el coche ni el automóvil podían rodar sobre arenas tan sueltas y movedizas.
A los veraneantes acompañaban sus ropas y muebles, y también las viandas para toda la temporada. De cuando en cuando se mataba un novillo y se repartía la carne como pan bendito, como también, se cazaba y se pescaba.
Se abastecían de agua en grandes tinas traídas, tras legua y legua, del pueblo más cercano.
A los veraneantes acompañaban sus ropas y muebles, y también las viandas para toda la temporada. De cuando en cuando se mataba un novillo y se repartía la carne como pan bendito, como también, se cazaba y se pescaba.
Se abastecían de agua en grandes tinas traídas, tras legua y legua, del pueblo más cercano.
Las chozas de los veraneantes.
No había edificaciones, así que cuando se acercaba la temporada de baños, unos industriales labraban largas chozas, como túneles, con matas forrajeras y cañas, y de ahí el nombre de "Matalascañas" que recibe el lugar.
Los veraneantes alquilaban trozos, por varas, a diez y doce pesetas, separando sus viviendas con cañizos y cortinas. También ponían techumbre de lona delante de las puertas, adquiriendo el poblado el aspecto de alcaicerías morunas.
Para distinguirse, los más ricos labraban aparte sus chozas-palacios, así como también con forraje se levantaba el casino, donde por la siesta y la noche, solían reunirse en tertulia, las gentes más civilizadas.
En el año anterior a estas imágenes -año 1922-, llegaron a edificarse unas doscientas ochenta chozas, que ocuparon más de mil quinientos veraneantes.
Retiradas de las viviendas se labraban las cocinas, también con cañas y maleza, siendo harto frecuente, que se les prendiera fuego algunas.
En cuanto en algunas de ellas se iniciaba el incendio, todos los veraneantes acudían a apagarlo, constituyendo el servicio un espectáculo y una diversión.
Empujando la lancha hacia el mar.
Se intentaba por todos a que la vida en playa fuera lo menos aburrida posible, ideándose mil diversiones y entretenimientos, empezando por las mañanas, yendo a coger coquinas, que luego se guisaban y se servían en "tapas", para el vino que se tomaba como aperitivo antes de comer.
Se organizaban pescas y cacerías, capeas de novillos y bailes sin descanso, y todo ello amenizado con numerosas chanzas, cuchufletas y bromas que a nadie enfadaban y a todos regocijaban.
Por la noches, a la luz de la luna, en el silencio de la marisma y en el blando murmullo del mar, el baile era una bendición. Todos cantaban y palmoteaban ; todos bailaban saltando, que era un primor.
Una barbería en la playa.
A la llegada de un marido, para visitar a su esposa y a ver como andaban de salud los chiquillos, todos los vecinos se ponían en movimiento, recibiendo al pobre padre de familia con una estridente y escandalosa cencerrada. Durante un buen rato no se descansaba en el golpear de cacerolas, almireces y latas, y de tocar las enormes caracolas que producían un ruido ensordecedor.
Tras el largo caminar sobre los arenales, molido el cuerpo y fastidiado el ánimo, el infeliz padrazo, tenía un tan alborotado recibimiento, como para volverse loco, pero todo ello constituía para los desocupados veraneantes uno de los más divertidos episodios.
Entre los colonos solían encontrarse las personas más principales de los pueblos del condado, y mucha gente importante de Sevilla.
Sacando el copo.
Veraneaban también algún que otro médico, llevando su correspondiente botiquín, y eso hacia, que no se careciera de tan necesarios servicios científicos.
Por último, a los que morían lo enterraban en unos montículos de arena, que solían ver a lo lejos, señaladas con cruces sus sepulturas; pero el viento movió la arena y enterró también las cruces. así que en los años sucesivos no se pudo saber ciertamente, donde descansaban las cenizas, de los pobres que murieron.
Y esta era la playa, y así se vivía en "Matalascañas", entre el mar y la marisma, y a leguas y leguas de poblados, riendo, cantando y bailando, en un pasar del tiempo tan breve, como divertido.
Quizás, éste pueda ser el primer chiringuito de esta playa, estaba situado al comienzo de la conocida como Playa de Castilla, que partía desde Matalascaña hasta Mazagón; y era popularmente conocido como el "Rancho Matalascañas". 1921.
Fuentes: Archivo particular.
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Hola Manuel , muy ámena y divertida la entrada de hoy , la verdad es que es lo que yo digo , los terratenientes ya sean del siglo pasado o de este , siempre tenian para comer , beber , para charangas y sobretodo veranear bien , a día de hoy la cosa no a cambiado mucho , no crees ? si te digo la verdad , nunca he estado en matalascañas y menos aun no sabía que le llamasen así por lo que tú cuentas , no me acostare si saber una cosa nueva más , gracias por tan valiosa información , te deseo un feliz Domigo besos de Flor.
ResponderEliminarMuchas gracias, Flor.
EliminarBesos.
Me ha gustado la entrada. Matalascañas la conozco y me gusta mucho. Besitos.
ResponderEliminarGracias, Teresa.
EliminarBesos.
Excelente trabajo ...
ResponderEliminarGracias
Gracias mark.
EliminarUn abrazo.
Un mes viviendo en una choza y al fresquito del mar... y luego se dice que ahora la gente hace lo que sea por irse de vacaciones... Si es que la cosa ya viene de antiguo.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Carmen.
EliminarSaludos.
Que buena publicación, como acostumbras, mi estimado Manuel.
ResponderEliminarCon el nombre de Matalascañas me acordaste de uno con los que se conoce mi ciudad natal, Pereira en Colombia : Matecaña.
Gracias, Ricardo. Has despertado en interés en mi, por conocer el significado de Matecaña, y no lo he conseguido averiguar. Si algún día lees esto, y no los quieres explicar, te lo agradecería.
EliminarUn abrazo, amigo.
Es muy interesante y gracioso todo lo que cuentas de Matalascañas.Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSaludos cordiales Manuel.
Muchas gracias, Carmen.
EliminarUn abrazo.
Las chozas de los veraneantes tenía tela. Pero lo de afeitarse de esa guisa, ya me ha dejado frito, jajaja. Muy bueno.
ResponderEliminarAbrazo Manuel.
Muchas gracias, amigo.
EliminarAbrazos.
Cuanta diferencia hay en lo que describes y lo que ahora existe en esa playa. Desde que se ha tomado por costumbre veranear hasta la costa, esos lugares costeros ha crecido y se han modernizado. Ahora Matalascañas cuenta con hoteles y preciosos chalets.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias, amiga.
EliminarUn beso.
No conocía la razón de su nombre. De una playa que parece que fue, y aún lo sea acaso, un pequeño paraíso.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Todo un espíritu de aventura el de estos primeros veraneantes. Los actuales seguro no tienen ese romanticismo.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, amigo.
EliminarUn saludo.
Exacto, ya ese romanticismo, paso a la historia yo conoci Matalaacañas, cuando estaban laa chozas, aunque ya entonces no eran de cañas, y la conozco ahora, porque tengo una vivienda alli, ahora nada que ver con antes....en verano se masifica, pero su playa es preciosa, y su arena fina....
EliminarHola, Desconfiada.
EliminarYo también la conocí llegando a su playa en tractor, ya que era imposible de otra forma cruzar esos arenales; y hoy en día, sigo veraneando muchos años allí.
Gracias por tu visita y comentario.
Que bonito recuerdo del pasado, nunca he estado en Matalascañas,( a pesar de haber pasado muy cerca) ni tampoco sabia de donde le venia el nombre, es un placer pasar por aquí siempre me voy con algo nuevo que he aprendido de tus relatos .
ResponderEliminarSaludos
Muchísimas gracias.
EliminarSaludos.
Muy curioso saber de donde proviene el nombre.. El otro día vi un documental de Matalascañas y desde luego lo que no ha cambiado es la alegría y el bullicio de la gente y los veraneantes en la playa.... Que pases buen fin de semana..
ResponderEliminarGracias, amiga.
EliminarUn beso.
Buenísima información.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho está entrada.
UN fuerte abrazo.
Muchas gracias, Amalia.
EliminarUn abrazo.
Pobres maridos, recibidos a cacerolazo limpio, jajaja... qué costumbres. Muy interesante. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Muy aleccionador, Manuel. Lo de las cenizas, lo encuentro macabro eso sí, pero es una historia atrayente.
ResponderEliminarAbrazo austral.
Gracias, Esteban.
EliminarOtro abrazo para ti.
Hola Manuel! Como siempre un auténtico placer pasar por tu blog para leer tus artículos. Interesante las anécdotas que incluyes en éste, y muy curioso lo de la barbería. La documentación gráfica también es espectacular.
ResponderEliminarVoy a quedarme un rato mirando las anteriores entradas. He estado ausente y me temo que me he perdido cosas muy interesantes.
Un fuerte abrazo :)
Muchas gracias, estimado Gumer.
EliminarUn fuerte abrazo.
Un hermoso relato de otros veranos tan diferentes a los nuestros.
ResponderEliminarEs muy interesante pasar por aquí....no sabes lo que se aprende.
BESOS
Muchas gracias, amiga.
EliminarBesos.
Hola Manuel, de nuevo en el "tajo", por aquí ando poniémdome al día después de las vacaciones que fueron estupendas, con una "pega" ¡Fueron cortitas!
ResponderEliminarConocía la playa desde chica y la descripcción que nos traes en insuperable, te felicito por la entrada tan dedáctica como rigurosa. Las fotos, una vez más son de museo.
Un abrazete.
Muchas gracias, amiga.
EliminarUn abrazo.
Por allí tuve yo el placer de degustar esas buenas gambas, pero lo que tu cuentas, nadie me lo había contado. Un placer.
ResponderEliminarSalu2.
Gracias, Alfredo.
ResponderEliminarSaludos.