La Virgen de los Reyes.

La Virgen de los Reyes, de Sevilla.

¿Donde vio San Fernando en sueños la imagen peregrina que había luego de ser esculpida, como la mejor ofrenda de su acendrada devoción mariana?. Es difícil conciliar la historia y la tradición legendaria. Cronistas hay, que nos hablan de la triunfal entrada de la Virgen de los Reyes en la Ciudad, precisamente el 22 de Diciembre de 1248, aniversario de la traslación de las reliquias de San Isidoro a la capital leonesa. Iba la imagen de Santa María, que posteriormente se llamó de los Reyes, alzada sobre una carroza, tirada por seis blancos caballos, por que quería el Conquistador que fuera la Virgen, quien tomara posesión de la perla del Guadalquivir. Por eso él en aquella hora de triunfo, caminaba detrás de la Señora con santa humildad, seguido de sus familiares y el ejército victorioso. La antiquísima tradición fue recogida y pintada por Lucas Váldés en los muros del Convento de San Pablo. Supone, por tanto, esta referencia que la Virgen fue plasmada antes de la entrada en Sevilla y no después, como algunos poetas dramáticos han fantaseado, situando el lugar milagroso de la factura angélica de la efigie en el viejo Alcázar almohade y en la vecindad del actual Patio de Yeso.

La salida por la puerta de los Palos de la Catedral, una mañana del 15 de Agosto para hacer su pequeño recorrido por la calle Alemanes y entrada a la misma, por la puerta de San Miguel. Solamente amplió su recorrido, el 5 de Diciembre de 1904 que llegó por calle Francos hasta el Salvador con motivo de su coronación canónica.

Una síntesis exacta de las diversas expresiones de la leyenda popular nos lleva a sistematizar los hechos milagrosos en el siguiente orden:

Primera leyenda.- El Santo Rey sufre, durante el asedio a Sevilla, el dolor y la angustia de una desoladora sequía que destroza las cosechas y los ganados. Dispuesto a aplacar la ira del cielo, con ayunos y penitencias, dedica tres días al retiro y a la oración. Entonces se le aparece la Virgen con el Niño en los brazos y le promete la bienhechora lluvia.

La Virgen de los Reyes avanza ante un inmenso gentío.

Fernando III tuvo desde entonces la obsesión de que fuera plasmada la Imagen de la Aparecida, y que varios personajes de la Corte, entre ellos la Reina, buscaron los artífices para tal empeño. Hasta tres intentos se hicieron, y a ninguna de las tres otorgó su aceptación el Monarca.

Segunda leyenda.- Pero he aquí que de pronto surge el milagro. Tres peregrinos ignotos se presenta en el campamento y conocedores de los deseos del Rey, se ofrecen a modelar la soñada imagen. Se les recluyó en un lugar apartado - acaso la torre de los Hebreros en el término de Dos Hermanas- y cuando pasado algún tiempo se abrió el local, no se encontró a persona alguna y sí en cambio la bellísima efigie de la Virgen de los Reyes. Luego los peregrinos eran ángeles -ha supuesto la fantasía popular- y la imagen un regalo del cielo al Santo Rey Conquistador.

La Virgen de los Reyes entra por la puerta de San Miguel.

Tercera leyenda.- Las letras hispanas, especialmente el teatro del siglo de oro, difundieron la piadosa leyenda medieval. El dramaturgo Vergara en una comedia titulada "La reina de los Reyes", que se atribuyó a Tirso de Molina, y el propio Calderón en su famoso auto sacramental propagaron especialmente el origen angélico de la Patrona de Sevilla. Así el pueblo hispalense, siempre propicio a las delicias de la fantasía, ha sostenido con tenacidad la procedencia celeste de su más querida imagen, pese a las corrientes historicistas que empezaron a cundir desde el siglo XVI, según las cuales, la Virgen de los Reyes fue regalada a San Fernando durante el sitio de nuestra ciudad, por el Emperador de Alemania Federico II o fue, al decir de otras versiones, espléndida donación de San Luis, Rey de Francia, a su primo, el Monarca castellano.

Altar de la Virgen de los Reyes en la "Capilla  Real" de la Catedral de Sevilla. Postal iluminada de principios del siglo XX.

Para edificar esta capilla donde se venera, fue preciso derribar la que se había levantado al naciente de la antigua mezquita, habiendo dado permiso para ello por Real Cédula el Monarca don Juan II.

Más tarde, en los años de 1518, 1534 y 1535, el emperador Carlos decretó otras cédulas excitando al Cabildo Catedral para que se imprimiese mayor prisa a las obras, cuyo proyecto se debía al maestro Martinez de Gainza.

Aquellas quedaron terminadas por completo alrededor del año 1588.

La Imagen.

De cuantos autores han estudiado iconográficamente la imagen de la Virgen de los Reyes, ninguno a podido superar el acabado trabajo de Hernández Díaz. Ello no solo por razón de su pericia certera y de la devota unción religiosa con que se ha acercado a ella, sino por que a ninguno le ha sido dada la posibilidad de analizarla con tanta minuciosidad y en tan favorables circunstancias.

Según Hernández Díaz se trata de "un maniquí articulado, que mide un metro setenta y seis centímetros, con cabeza y manos modeladas y probablemente también los pies". Añade que el maniquí es de madera de ciprés o de alerce "y está revestido de una piel finísima como de cabritilla". La cabeza tenía un dispositivo especial de movimiento, del que puede observarse por una ventana escapular, una rueda dentada de madera y una correa que rodea su eje". La cabellera está formada por hilos de oro "sostenidos por minúsculos clavitos, que disimuladamente de distribuyen en los lugares precisos". El rostro mide veinte centímetros y "se modeló de manera muy simplificada, limitándose a mostrar la forma de la naríz, boca y óvalo general, sin pormenor alguno, a excepción de las orejas minuciosamente tratadas". "muestra huellas de groseros repintes". Los ojos y cejas se pintaron de modo general" sin matizarlos. "Las manos, también están modeladas en la típica forma medieval de peine".

El mismo autor deduce agudos perfiles críticos, desde el punto de vista del arte. La Virgen está realizada, sin preocupación del natural, con "la estética propia de la época", y sin otro afán " que hacer brotar el candor y la sencillez manifestados en la típica sonrisa medieval". El Niño, en cambio, "es un acabado estudio escultórico" y revela "un concepto más profundo de los valores imagineros". Ambas efigies quedan situadas estilísticamente dentro del gótico y su cronología se fija con aproximación en la primera mitad del siglo XIII.

Y remata su estudio con este pensamiento: "Cuando una figura sagrada, cual la Virgen de los Reyes, logra monopolizar la atención del pueblo cristiano -máxime si persiste a través de siete siglos- y se la rodea de la ráfaga inefable de los más delicados sentimientos afectivos, puede perfectamente razonarse que su autor sea considerado como un ser sobrenatural, pues el acierto de creación que consiguió con su obra excede de la categoría de lo, puramente artístico para escalar las cumbres de la sublimidad expresiva".

La Virgen de los Reyes, Patrona de Sevilla

Perfil de la Imagen, en su "paso" procesional

El rostro de la Señora

Otro aspecto del mismo

La imagen del Niño Jesús.

Fuentes: Bibliografía y coleción particular.

La virgen de los Reyes, en tiempos del coronavirus. 

Tras dos años sin poder salir en procesión, la Virgen ha sido bajada de su camarín para recibir la visita de los fieles.

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