Glorieta Rodríguez Marín en el Parque de María Luisa, de Sevilla.

 

Glorieta Rodríguez Marín en el Parque de María Luisa, de Sevilla.

Francisco Rodríguez Marín, poeta, crítico e historiador literario, nació en Osuna (Sevilla) el 21 de Enero de 1855, y murió el 9 de Junio de 1943. Hizo el Bachillerato en su ciudad natal, en los cursos 1864-1869, y la carrera de Derecho en Madrid, en los de 1874 a 1880. Discípulo predilecto del catedrático hispalense José Fernandez-Espino; sus primeras obra de poesía fueron Suspiros (1875) y Aurora y Nubes (1878). De 1880 a 1883, se dedicó al periodismo en El Alabardero y también ejerció de abogado en Osuna, por poco tiempo, y luego en Sevilla. Con Machado Álvarez, Montoto y Raustenstrauch y otros amigos, fundó en su juventud la sociedad "El Folklore Andaluz" que, aunque obtuvo excelentes resultados, conoció una existencia breve.

Investigador del saber popular, su recopilación de canciones, que exceden de quince mil, entre modismos, acertijos, vayas y decires, junto con su refranero, forman la Enciclopedia del Arte y del Saber popular de España. En la gran colección de Cantos Populares Españoles, obra en la que trabajó toda su vida, reúne más de veintidós mil, profusamente anotados y concordados no solo con la poesía popular de otras naciones, sino también con nuestra poesía nacional erudita. Otras obras de Rodríguez Marín son Ciento y un sonetos, Madrigales, Los refranes del Almanaque, y mil trescientas comparaciones populares andaluzas.

Trasladado a vivir en Madrid con su familia, Rodríguez Marín se dedicó exclusivamente a los trabajos literarios. Académico de la Española, su discurso de recepción, leído el 27 de Octubre de 1907, lo contestó Menédez y Pelayo. Por sus obras Luis Barahonda de Soto, la edición crítica de Rinconete y Cortadillo, Pedro Espinos, Cervantes y la ciudad de Córdoba, las ediciones críticas de La Ilustre Fregona y El Quijote, fue nombrado hijo adoptivo de las ciudades de Archidona, Sevilla, Antequera, Córdoba, Toledo y Alcalá de Henares. Y de Las poesías de Baltasar de Álcazar, publicadas en 1910, la mitad las descubrió él. Y entre 1930 y 1936, hasta el estallido de la Guerra Civil, ejerció como director de la Biblioteca Nacional de Madrid.

Otro aspecto de la actividad desarrollada por Rodríguez Marín ha sido popularizar las obras de Cervantes, anotándolas escrupulosamente.

Cervantino notable, sus escritos sobre El Quijote son de excepcional valor; en 1914 se editó Nuevos documentos cervantinos hasta ahora inéditos, y en 1929, por su copiosa obra cervantinas, obtuvo gran premio en la Exposición Iberoamericana de Sevilla.

Por todo lo expuesto, las glorietas de Cervantes y la de Rodríguez Marín, se situaron juntas en este hermoso y bello parque. Dispuesta como un pequeño patio sevillano, toda alicatada de azul, el proyecto se debe al arquitecto Aníbal González, y los azulejos a Manuel García Montalván (1875-1943). De forma casi cuadrada, tiene una fuente en el centro, cuatro bancos laterales con ligero respaldo de hierro forjado, y en un cuerpo elevado de un zócalo, sobre una hornacina de cuatro estantes, figura la efigie del escritor. Opuesto a dicho cuerpo, en dos pilastras revestidas de azulejos se reproducen dos poemas dedicados a Rodríguez Marín: uno, de Lope Mateo, y otro, de Rafael Laffón.

La Glorieta de Rodríguez Marín, en tiempos del coronavirus. 

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