Glorieta de Benito Más y Prat, en el Parque de María Luisa de Sevilla.

 

Glorieta de Benito Más y Prat, en el Parque de María Luisa, de Sevilla. 

En un deleitoso rincón del sevillano parque de María Luisa, honró la hidalga ciudad del Guadalquivir a Benito Más y Prat, el poeta hispalense por excelencia que cantó las bellezas de aquel suelo con tal riqueza de color que no puso un tono más, ni un tono de menos de cuantos componen el siempre árabe reino de Andalucía.

¡Que bien parece esto de adornar los jardines con el recuerdo de los que fueron jardineros del espíritu, como son los poetas y los artistas, y con las flores del ingenio y de la inspiración acertaron a deleitar a las gentes!...

¿Que mejor santuario para una devoción pagana que el apartado rincón de un jardín, en donde las flores y los pájaros asisten persistentes, y por vía de breviarios estaban los libros compuestos por el poeta cuya efigie se alza en aquel paraje?.

El nombre de este escritor ilustre, que, como Vélez de Guevara, vino a los caminos del mundo en la luminosa ciudad de Écija al terminar la primera mitad del siglo XIX, estaba y está un poco olvidado entre nosotros, archivado en los estantes de las bibliotecas y en las columnas de los periódicos de su tiempo, y así había que acudir a buscarlo en las colecciones de la Ilustración Española y Americana, El Liceo Sevillano, El Alabardero y en la de aquella otra Ilustración Artística que se publicaba en Barcelona, en donde le encontraremos luciendo muy digna compañía con las mejores firmas de entonces.

Benito Más y Prat, que finó la no larga jornada de sus días, como Guy de Maupassant, cegada la luz que alumbró su inteligencia, conserva en las líneas de su efigie la serenidad de un espíritu que no se turbó ni aún con la vorágine trágica de la sinrazón.

Este monumento, costeado por suscripción popular, se edificó según proyecto del arquitecto sevillano D. Anibal Gonzalez; y dentro de una pequeña hornacina que preside el mismo, está el busto de este insigne poeta ecijano, prodigiosamente labrado por el escultor hispalense Sr. Castillo Lastrucci; y debajo del mismo, también luce un precioso azulejo, obra de Enrique Orce, con los escudos de Écija y Sevilla.

Tan apacible es el gesto, que parece que va a comenzar una serena charla refiriéndonos las inquietas vidas y ejemplares muertes de D. Miguel de Mañara y del Abad Rancé, reformador de la silenciosa Orden de San Bruno.

Cuando la plazoleta al caer la tarde, se llena de niños, que, un poco fatigados de sus juegos, hacen un breve descanso y se quedan contemplando el marmóreo busto del poeta, y los pájaros, con sus arpadas lenguas parecen cantar una elegía al sol, se me antoja que aquellos labios de piedra van a realizar el prodigio de moverse para entretener a la infantil concurrencia, con las deliciosas y sentidas historietas del saboyanito huérfano.

A partir de 1889, año en el que sufre su primer ataque de enajenación mental, la actividad literaria de Más  y Prat decae progresivamente hasta ser ingresado en el Hospital psiquiátrico de Miraflores, y fallece, con 46 años, en su casa sevillana de la calle Siete Revueltas.

Bien lo hizo Sevilla con honrar la memoria de este notabilísimo escritor, que así en el verso como en la prosa supo seguir reciamente las huellas de aquella famosa Escuela, que ha dejado en el Parnaso español, tantos y tan insignes ingenios.

Fuentes: Bibliografía y archivo particular.

La Glorieta de Benito Más y Prat en la actualidad. 

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